Como con el cine, la función principal de un cómic es entretener y al lector medio, si no al 95% de ellos, les resbala nuestras elucubraciones sobre por qué tal o cual etapa de una serie no merece interés o tal o cual artista lo único que hace es calcar fotos.
¡Para cuando queramos abrir la boca, ya se ha comprado el siguiente...iba a decir número, pero seguramente ahora sea uno de esos enormes recopilatorios que inundan cada vez más las librerías!
Digo esto por que, aunque los profesionales que realizaron estos cómics no solo no tienen nada que envidiar -salvando las décadas- al nivel medio de los actuales, sino que seguramente lo superan con creces, la virtud principal de los mismos es que no solo entretienen, sino que asustan, fascinan y, con la distancia de los años y los gustos en cuestiones de miedo, también divierten una barbaridad.
Los modernos guionistas, esclavos del presupuesto de la futura adaptación a TV o cine, o de la presión creativa que les impulsa a reescribir diálogos como para que todos y cada uno se midan con las líneas de Alan Moore en Watchmen olvidan muchas veces el valor de la más sencilla fantasía, los simples componentes de una historia de terror y el poder de los arquetipos más clásicos, esos que están en todas las grandes historias.
Y todos esos ambientes, que nos hacen soñar y viajar, los encontramos en este tomo con solo volver la página: Exóticas plantas carnívoras, castillos escoceses, sabuesos malditos que recorren los brezales, visitas al inframundo con un Satán con cuernos, cola y tridente que ha perdido su trono, hechiceros de la tribu, isleños aborígenes y sus sacrificios...
...Habitaciones de hotel malditas, cazadores blancos en el África "negra", fantasmas resucitados a troche y moche, Piratas, damas fatales y vanidosas, pinturas malditas, verdugos enmascarados y sus mazmorras, inquietantes ancianitos...
Estarán de acuerdo que con semejante -incompleta- lista, lo de menos son los guiones en sí. Ya las imágenes causan un deleite supino, aún más en la manera en que se dibujaba entonces.
Por eso les invito una vez más a hacerse con este tomo de la mítica y bizarra -no me acostumbro a usar la palabra en el nuevo significado anglicanizado- de Robert Farrell y a completar esta inmensa colección.
Conforme está la realidad, no queda más que atrincherarnos en nuestras bibliotecas y pocos tomos tan gordos y resistentes como estos.
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