Y es que, en tanto que cualquier persona atraviesa el tiempo a través inmortalizada en la Literatura, indefectiblemente adquirirá características de esas "categorías" que, innatas o aprendidas, son las que nos hacen entender el mundo y las historias: Los arquetipos.
La publicación simultánea de estos relatos de autores franceses nos permite al compararlos descubrir también otros artificios o milagros de la literatura, pues aunque idénticos en el protagonista y el periodo, los estilos e intenciones de ambos no pueden ser más diferentes.
El creador de los Tres Mosqueteros tiene una intención más cercana a la de un cronista histórico, centrándose en la relación de Marco Antonio y Cleopatra, recapitulando la que tuvo con César, no ahorrando en elogios para los ardides de seducción de la Reina de Egipto pero resumiendo en su cuento la vida de la soberana y su reino en tanto este entró en contacto con Roma, la civilización que engendraría Europa y para la cual el milenario y exótico Egipto solo era, pues eso, "el puticlub de Roma", aunque solo lo fuese para sus generales.
Dumas sabe de Egipto lo que ha leído en libros de historia de Roma.
El Egipto de Gautier, que seguro conoce su literatura cual escriba, que diría De Maupassant, es un Egipto superlativo, monolítico, omniabarcante, mágico, eterno, onírico, como salido de un grabado de Piranesi.
Cleopatra es la misma seductora pero una mera excusa creativa para mostrar tras ella a su país: sus dioses, sus templos, sus inciensos, sus momias y sacerdotes.
Egipto como ese lugar edénico y olvidado del que venimos, tal y como lo entendieron Masones y Teósofos.
Y ahí está la magia: a través de ambas "MENTIRAS", quizás vislumbramos la VERDAD.