De su etapa en París, una vez salido de la cárcel de Reading, que daría título a uno de sus últimos poemas, trata precisamente la obra.
Javier de Isusi es un enamorado del autor y demuestra un gran conocimiento sobre el y todos los personajes que lo rodearon, precisamente en esta etapa crepuscular de su vida.
Solo así se puede llevar adelante una labor de amor que ocupa 376 páginas y que, solo por eso, ya merece algún premio.
Wilde, arruinado y condenado al ostracismo, tomó el alias de Sebastian Melmoth para su nueva vida en Paris, un exilio auto-destructivo de cuya espiral, simbolizada por dantesco descenso a los infiernos del título, ni los amigos, ni los admiradores, ni tan siquiera los pequeños placeres de la carne pudieron sacarlo.
Y es que con el juicio que lo condenó por homosexual -¡como si fuese el único en el Reino Unido- no solo le supuso una condena de cárcel, SINO UNA A MUERTE, aunque esta fuese eventual y, como el gustaba decir, "por encima de sus posibilidades".
Quizás es inadecuado y frívolo compararlos, pero mientras lo leía no podía dejar de pensar en La Veneno, ahora tan de moda, con no menos genio creativo -a su manera- e igualmente dotada como Wilde de un talento sin igual para la conversación y para ser el alma de cualquier fiesta.
Para ambos, su sexualidad y la manera en que la sociedad los marginó fueron decisivas, ambos andaron callejeando rodeados de chaperillos, y su paso por la cárcel fue igualmente preludio de un demasiado temprano y trágico final. ¡Tan poco hemos cambiado!
Para ambos, su sexualidad y la manera en que la sociedad los marginó fueron decisivas, ambos andaron callejeando rodeados de chaperillos, y su paso por la cárcel fue igualmente preludio de un demasiado temprano y trágico final. ¡Tan poco hemos cambiado!
El cómic de Isusi nos permite disfrutar de nuevo del personaje, de sus aforismos, del vibrante ambiente cultural parisino de la época en el que participó y soñar tal vez que, tal y como Wilde encontró fe e iluminación mística en todos sus más hondos pesares, sepamos aceptar nosotros las duras lecciones de la vida con la misma resignación, estilo y esperanza.