La verdad es que el volumen escapa a toda clasificación, pero vamos a intentar ilustrar al posible lector sobre alguno de los miles de elementos que lo conforman.
Se trata de una historia de Mitología Creativa, como bien demuestra el apéndice de personajes, docenas de ellos entran y salen de escena varias veces por párrafo, emulando una redacción folletinesco-esperpéntica.
Algunos son conocidos y proceden de otras tantas obras de ficción, otros pertenecen a dos linajes españoles de héroes (no determinaremos si ficticios o no, por que algún conocido hemos querido avistar entre ellos).
Como en El Nombre de la Rosa, hay un libro prohibido e imaginario (el Segundo Tomo de las Comedias de Calderón de la Barca) que pasa de mano en mano cual falsa moneda y por el que se pelean toda suerte de potencias y sus agentes, incluidos los de los Nueve, los verdaderos Señores del Mundo concebidos por Philip José Farmer dentro de sus pastiches de Tarzán y Doc Savage.
Sandokán, Rocambole, Pedrín (y Roberto Alcazar, de quien podrán descubrir su lógica vocación secreta)...
La lista de personajes ficticios, que no tiene nada que envidiar a la de los que pueblan el mundo de la Liga de Extraordinarios Caballeros de Moore solo es igualada por la de rincones de la geografía mundial que los personajes recorren, un periplo que amedrentaría hasta al mismísimo Phileas Fogg, que por supuesto, también anda metido en el ajo.
Pero lejos de el homenaje victoriano de Moore, nuestros autores consiguen llenar la aventura de referencias tan castizas como La Flauta de Bartolo -que no puede ser otra cosa más que un toque de bombín y chistera y la interpretación de Tip y Coll-.
No dudamos que la cosa traerá secuelas, bien en nuevas entregas, bien en las meninges de algún lector tras los intentos de descifrar el mensaje oculto.
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