Lo seguirá siendo, claro, pero los años pasan y aquí tenemos una nueva versión de Hautiere y un retornado Vatine al título que la modernizan, rediseñan y sintetizan admirablemente.
Tras un escarceo con una "bestia" tipo T-Rex, Conan, acompañado por primera vez de Valeria, se adentran en una misteriosa ciudad, una fortaleza ciclópea sin ventanas al exterior. Allí descubrirán a una antigua raza ahora dividida en dos facciones, a partir de una antigua lucha por una concubina. Una que ahora es reina de uno de los grupos enfrentados por barrios y además, aparentemente inmortal. Las rencillas seculares han deshumanizado al enemigo, que rebusca en los subterráneos de la ciudad hasta encontrar antiguos objetos mágicos en su lucha por la prevalencia.
Pero van perdiendo la lucha, y sus enemigos celebran clavando un nuevo clavo rojo cada vez que ellos, o sus resueltos visitantes, eliminan a uno de la competencia.
Los nombres - y en esta versión, los diseños de personajes- que remiten a Mesoamérica son un truco que usa Howard para ocultar sus fuentes: los dos bandos no son otros que Tirios y Troyanos -la concubina, la mujer inmortal y la ciudad ciclópea los delatan- y, derrotado el enemigo aparente, Conan y Valeria tendrán que dilucidar las consecuencias de su ayuda al bando ganador.
Magníficas escenas de luchas en los laberintos abandonados, de extrañeza "weird" cuando se descubre a la milenaria civilización y sus extrañas pinturas o cuando surgen de las catacumbas algún artilugio mágico como el Cráneo Llameante
Y, para terminar, un toque vampírico para la Helena de Troya de turno, que convertirá de nuevo a los protagonistas en unos Hyborios Eneas y familia al escapar finalmente de la Ciudad Maldita.
Y así, como en los antiguos mitos, una versión de la historia se aloja sobre la anterior, dotando al Cimmerio y su mundo de posibilidades Multiversales y dándonos placentero trabajo a sus exegetas.
Un álbum para coleccionar y guardar junto al de Windsor Smith.
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