Don Juan es un Mito y se entiende perfectamente con el mitema de la "liberación de la doncella cercada" -Helena de Troya, Brunhilda y, en nuestro caso, Doña Inés en el convento-, el alma caída atrapada por los placeres materiales.
Como bien apunta Gaiman en su Sandman, las historias, aunque sean variadas en el tiempo, siempre regresan a su forma original.
Y en la exploración del personaje de Don Juan -el trickster fanfarrón, que remite a Hermes, Ulises o Loki- muchas son las versiones y los autores que lo han tratado, cada cual, como no puede ser de otra manera, poniendo sus acentos en uno u otro detalle, contexto, personaje o resolución.
Cambiamos el nombre, de Don Juan pasa a ser Don Felix de Montemar, pero es igual de pendenciero, juergista, atractivo y sube a las cabañas y baja a los palacios igual que el Tenorio, olvidando a sus amadas en un solo día.
Para los que consideramos la de Zorrilla la versión más canónica y lograda del mito -redención incluída- los versos de Espronceda suenan un tanto "cortados", sin rima redonda, pero se dejan leer perfectamente y lo más importante definen al personaje dotándolo en este caso de una juventud, descreimiento, coraje y atractivo mayor que el del Tenorio.
El guionista, especialista en Literatura española, ya ha adaptado otros clásico y planea seguir haciéndolo, labor que encomiamos.
Tratándose de una obra del romanticismo no puede faltar la novia "cadáver", el propio entierro y la procesión infernal que acompañan al espadachín hasta su condena y el dobujante se recrea en ellas.
Hoy en día sabemos que estos "Don Juanes" que tanto presumen solo lo hacen para compensar su inseguridad interior, como dice el propio refrán.
Pero nunca es inoportuno recordar que hay otras cosas para el ser humano que los placeres materiales, y que sin moral alguna no hay medida ni disfrute posible, como nos recuerda cada fin de semana la lista de jóvenes ricos y famosos fallecidos, cada vez a más temprana edad.
¡A "influenciar", al otro barrio!
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