viernes, 15 de julio de 2022

OSCAR WILDE: IN MEMORIAM, POR ANDRÉ GIDE

Creemos que la posteridad ha restituido a algunos autores "malditos" de las penurias que sufrieron en sus vidas para crear las obras que ahora todos admiramos. 

Pero lo cierto es que hay injurias que ninguna gloria terrestre puede compensar. Ni estatuas, ni premios, ni certámenes conmemorativos, ni reediciones, ni póstumos honores cualesquiera.


Quizás solo la lectura de su obra y de su vida -que como señala Gide, fue la verdadera OBRA DE ARTE de Wilde- pueden impedir que su fantasma nos persiga por la eternidad, con menos humor y más terror que el de Canterville. 

En los textos que recoge este libro, el admirador francés retrata al genio en tres momentos vitales, desde su éxito a su decadencia y ocaso como "Sebastian Melmoth".
   

Wilde hacía de la palabra un arte y ninguna de sus obras, a decir de este biógrafo, es comparable a mantener una conversación con el. 


No contaba, narraba, y tenía un cuento preparado para cada pensamiento que quería expresar. Muchos y muy brillantes son los que aquí se recogen, inspirados y profundos.
   

Como Blake, Wilde se resistió a las incoherencias del Cristianismo y tramó geniales chistes y relatos sobre sus costuras. 

La suya, como cualquier obra que se precie, es una Teología personal en donde la capacidad poiética del hombre tiene un papel central. 

Paradójicamente, habiendo "pecado" todo cuanto pudo y quiso, el mismo comprendió su paso por la cárcel como una penitencia personal que finalmente lo aproximo tanto como su naturaleza edonista y sibarita le permitió a un cristianismo místico. 

Y es que si en su era fue imposible vivir su sexualidad con libertad, aún más mortal de necesidad es intentar ser cristiano entonces, ahora y siempre. 

De ahí mismo, el valor arquetípico de esos relatos: "COMO CORDERO AL MATADERO..."

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