Y es que si lograr que un editor te publique es una odisea en si misma, no es nada comparado con el trabajo que hay que hacer para promocionar el libro (o cómic) y lograr que, una vez editado, este venda.
Ya nos mostraron en la película The End of The Tour, centrada en una gira del difunto David Foster Wallace, que estos periplos son bastante duros para los escritores, aún los famosos superventas: Hoteles diferentes, carretera, personas desconocidas, el ocasional fan pesadito...
Watson sube la apuesta y convierte la gira de Fletcher en un auténtico infierno: nadie de quienes lo recibe lo hace como se espera, sino en la peor manera posible, los libros no están, los fans no acuden, los libreros no le hacen caso, los hoteles son una porquería, la comida escasa o inexistente, no puede llamar ni a su esposa...
Para complicar la cosa, durante una de las visitas se comete el asesinato de una de las libreras...¡Y la policía sospecha de el!
Así que, por un lado, tenemos es otra visión del "éxito editorial" en donde el autor no es más que una manera de ganar dinero y donde el mensaje de sus obras difícilmente encuentra verdaderos destinatarios que lo entiendan en toda su extensión.
La búsqueda de un autor de comunicar ideas o una visión del mundo no solo no está asegurada sino que muchas veces ni se produce. Escribes con una intención y la gente entiende otra cosa, si es que entiende algo, si es que no le da la vuelta a tu libro.
Aún cuando abandona la máquina de escribir, la profesión de escritor es una muy solitaria.
Pero si el libro funciona es por que contiene una lectura mucho más universal, y es ese viaje como metáfora de la vida misma.
La triste falta de comunicación que nos acecha a veces en las personas más cercanas y similares que nos rodean.
Cada librería que visita tiene un librero que aprecia -si lo hace- los libros de una manera diferente. Aún teniendo eso en común, el autor se encuentra entre extraños, y esos extraños no solo acaban echándole sobre las espaldas un crimen que no ha cometido, sino persiguiéndolo hasta caer, al menos por unos días, en la indigencia.
Uno puede tener suerte con un editor cercano que lo cuide, e ir a caer en manos de libreros que lo valoren y compartan su visión de la Literatura, pero sin duda, en el resto de nuestras vidas, todos acabaremos experimentando esa soledad y misantropía que convierte la gira del autor en una experiencia kafkiana.
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