Miré los muros de la patria mía, si un tiempo fuertes ya desmoronados...
Me vienen los versos de Quevedo a la cabeza, por supuesto siempre que uno piensa en España, pero particularmente en el estado del cómic español y su "industria".
Tras dejar aparcados los cómics americanos con los que he crecido -cuando ellos se han negado a seguir creciendo conmigo- mi interés se ha volcado todo en el cómic nacional, particularmente en su pasado, ese que en treinta y tantos años como aficionado nadie se tomó la molestia de enseñarme, explicarme, y acostumbrarme a amarlo, difundirlo y preservarlo.
Da igual, ya lo he aprendido yo solito.
Por eso ahora, iniciativas como esta exposición de mi amigo Luis Conde -a quien si, conocí hace ya muchos años, hablándonos de cómic español en una "accidentada" charla dentro del primer Albanime que se celebrase en Albacete- me parece un generoso regalo y una ocasión única para, en pocos metros, pasear por nuestro pasado tebeístico y disfrutar en vivo de series, personajes y autores que normalmente no pasamos de ver mencionados en alguno de los contados volúmenes dedicados a su estudio.
Luis es uno de esos "Siete Sabios" -no puede haber muchos más- que saben de cómics por el mismo método que un servidor: por que los ha leído todos.
No puede haber tesis universitaria que, por abstrusa que sea, pueda competir con la ilusión con que narra sus visitas al kiosco de la esquina, a comprar -o las mas veces a cambiar- sus cómics por otros títulos que aún no había leído.
De manera concisa pero efectiva, la exposición repasa los cómics de los años 40, 50 y 60 intentando reflejar en su evolución la del propio país y la de sus lectores.
Tuvimos ocasión el pasado lunes de asistir a una amena e instructiva charla en la que el comisario, junto a Luis Alberto de Cuenca y José Luis Garci, evocaron de nuevo su infancia y lecturas favoritas además de todas las vivencias (meriendas, excursiones, compañeros...) que acompañaron a aquellas lecturas que sin duda han marcado sus vidas.
Pero quizás fue aún más emocionante escuchar de boca de los asistentes cómo estas lecturas aliviaron las estrecheces de post-guerra, les hicieron viajar por todo el mundo con los diferentes personajes o les despertaron sus primeros intereses sexuales en las personas de las damiselas que acompañaban a los héroes de papel.
En definitiva toda una experiencia vital, histórica y cultural que debemos conservar, estudiar y difundir antes de que precisamente esas personas que la disfrutaron en su momento como lectores, de primera mano y en sus carnes, pasen a mejor vida.
No dejen de pasar este Noviembre por Centro Conde Duque para disfrutarla, y desde aquí por supuesto nos unimos a la petición de que la exposición se prorrogue y, confiamos, siga girando por España.
Esta y muchas más así, y aún mayores, son necesarias, imprescindibles para mantener en nuestra cultura vivo el legado de tantas y tantas personas que pasaron sus vidas entreteniéndonos con incontables personajes.
¡Y qué bonito sería, si al salir de la exposición los visitantes pudiesen adquirir reediciones de aquellos cómics, sin cuya presencia tanta brillantez está condenada también a no ser más que pieza de museo!
¡Tanto y tanto hay que hacer por nuestro cómic -o tebeos, no discutamos-!
Felicidades a Luis -a los tres- y saben que cuentan con nosotros para cuanto sea menester.
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