La Iliada, inagotable, ofrece al lector una nueva visión con cada lectura, por que el lector no es el mismo, como el río de Heráclito.
Re-leída ahora por García y Olivares, los mitos se renuevan con un fuego interno, abrasador y luciférico, iluminador.
Saben condensar la epopeya homérica en un puñado de personajes -¿dos? ¿a caso tres...?- y devolver así un protagonismo a Aquiles, diluido entre el listado de las naves, la enumeración de los ejércitos y guerreros, de los caídos en batalla, de los Dioses, juguetones o inevitables, que hiciera el ciego aedo.
García incorpora a la narración el episodio en Skyros, donde Aquiles se disfraza de mujer para evitar ser alistado en la Guerra de Troya.
Pero Odiseo, el de muchas tretas, se las arregla para desenmascararlo al ver que, entre los regalos de joyas y armas que hace a las mujeres, el escoge estas últimas sin dudarlo.
El elegido escondido -en la corte faraónica, en el bosque cerrado, en un humilde portal, en un pueblito de Kansas, en un planeta desértico...- acaba perdiendo su disfraz llevado por su TEMPLE: Ha nacido para luchar y para morir en batalla.
El flashback es recreado magistralmente como una Arcadia áurea ahora perdida, un edén matrialcal -¡que hubiese apasionado a Robert Graves!- donde el héroe, feminizado, era feliz antes de ser arrastrado al violento mundo patrialcal de los guerreros, la lucha y la muerte.
Destacado en rojo, el adonis guerrero, con su belleza andrógina, gana en el cómic una cualidad luciférica, y con ella, el consiguiente NON SERVIAT. Y este, claro, precipitará su Caída.
Escindidos los demás elementos, es la Cólera de Aquiles la que lo lleva a su final, es su renuncia a luchar la que causa la muerte de Patroclo, y es esta la que enciende la furia que lo conduce a su sacrificio.
La certera idea del guionista es mostrar que el Destino que escoge Aquiles no solo es trágico, sino que es UN BIEN MAYOR: Su muerte, con la consiguiente destrucción de Troya, es la semilla de la que nacerá Europa.
La otra escena magistral es la representación del encuentro entre el ANIMA de Aquiles -que recupera aquí su forma femenina- y su madre, la diosa Tetis, que lo consuela en su momento de mayor angustia, ángel del Huerto de los Olivos y que lo acompaña en sus horas finales, cual Pietá siglos antes de la Pietá: Ahora, y en la hora de nuestra muerte...
Aquiles apurará su cáliz, manifestado cual Copa de Néstor.
Insertado como visión del futuro de la naciente Europa, nuestro presente, los autores retratan un mundo distópico, machista, represor, policial. Sin duda una advertencia de los peligrosos elementos que hoy conforman nuestra sociedad.
Y, sin embargo, el mensaje es que aún ese caricaturesco mundo de pesadilla merece la pena el sacrificio del mayor de los héroes.
Ulises, compañero del alma, compañero, la otra cara de la moneda heróica, protagoniza un epílogo que recalca el mensaje antibelicista, así como contra cualquier clase de violencia, desdeñando la sangre derramada por miles y añorando el retorno a la Edad de Oro original.
Un Carpe Diem en el que los héroes, desde el Hades, lamentan lo que se ha hecho de sus vidas, malgastadas. ¡No debieron partir a la guerra!
En sus escritos más esotéricos y teológicos el propio Tolkien se preguntaba si no fue el deseo de los Valar (Dioses) de llevar al Oeste Inmortal a los Elfos -cuando no eran naturales de su platónico paisaje- lo que acabó causando la subsiguiente caída de los mismos de ese oeste a la particular Troya tolkieniana, Gondolin, que al final demandará no menos sacrificios y héroes vencidos por su destino.
No podemos dejar de elogiar el trabajo de Olivares, perfecto partenaire, cuyo simple trazo parece haberse forjado solo para convertir ahora a tirios y troyanos en figuras de cerámica griega, esas que solo con el contorno nos definen a un personaje, dotando pues a todos ellos de un valor arquetípico renovado.
Grecia renace en los paisajes que traza el dibujante y perece en el ígneo Ragnarok de la Ciudad caída.
La moraleja, si la hemos entendido bien, es que ZEUS ESCRIBE DERECHO CON RENGLONES TORCIDOS, y que no hay Europa sin sacrificio, entonces el de Aquiles y ahora el nuestro, personal.
Y que no debemos condenar nuestras más oscuras y desaforadas pasiones, sino conocerlas siguiendo el mandato del frontón del templo de Delfos.
Pues aún cuando somos poseídos por la más oscura de las Cóleras, son los Dioses quienes obran a través de nosotros, y ellos ya han previsto el resultado, que solo se revelara completo al final de la Historia.
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