Este libro recopila una serie de prólogos de su enorme producción, con el conocimiento de causa que proporciona, entre muchísimas otras cosas, haber sido director de la línea Clásica de Editorial Gredos, esa que hace poco decía su compañero de la Real Academia, Pérez Reverte que es tan valiosa que debiese haber sido nacionalizada para conservarla reeditada por completo y no solo en sus "greatest hits".
Con su prosa siempre clara, evocadora y didáctica en esta ocasión nos invita a la lectura, sea en esa mítica colección o en cualquier otra edición interesante -que el libro recoge- de sus clásicos prefieridos.
Y ahora que, a base de leerlo a el, conocíamos un poquito de los griegos, nos amplía el abanico a los romanos para que la angustia de no poder abarcar tanta lectura pendiente nos persiga cual Erinia.
Como no podría ser de otra manera, comienza con Homero, realizando de paso una restitución de la largamente cuestionada autoría de La Iliada y La Odisea.
Fuese ciego o no, de un lugar o de otro, parece que el aedo que educó a Grecia y creó la Literatura Occidental vuelve a ser una figura, no se yo si histórica, pero al menos conexa.
De Platón, para no epatar con teorías filosóficas complejas a los "que no sepan matemáticas", escoge el Fedón, donde Sócrates nos instruye sobre la inmortalidad del alma, una creencia que siempre viene bien, y más con la que está cayendo. De entre los historiadores, destaca a Jenofonte y su Anábasis, o Expedición de Los Diez Mil, guiando un ejército desde Persia de vuelta a Grecia.
En Aristóteles destaca sus estudios sobre la Naturaleza, el estudio científico de los seres vivos, demostrando que, aunque se ocupase de "lo que está mas allá de la Física", su interés siempre se centró en el mundo sublunar a su alcance, que describió con detalle en todas sus manifestaciones.
Las Vidas Paralelas de Plutarco sin duda sirven para ilustrar muchas otras biografías de personajes clásicos, aunque a nosotros la que más nos ha sorprendido de inmediato es la del autor, que llegó a ser sacerdote en Delfos y escribió sobre los Oráculos y los Misterios de Isis y Osiris.
Dafnis y Cloe, de Longo, es una interesantísima y breve lectura que yo mismo, siguiendo los pasos del autor, tengo reciente y me atrevo a recomendar también, pues está en el origen de las novelas y es fácil ver en ella aún los restos de la antigua mitología y como dioses y héroes comienza a humanizarse y sus diferentes Theosis devienen en nuestros conocidos culebrones.
Cambian los protagonistas, la historia es, arquetípicamente, la misma.
Vida y Hazañas de Alejandro Magno, del PseudoCalístenes se mueve también en ese terreno eminentemente mítico pero con pinceladas de Historia para "disimular".
En ella el conquistador macedonio se convierte quizás en lo que hoy llamaríamos un personaje de "Espada y Brujería", explorando reinos fantásticos e imposibles, situados allí donde los mapas aún no llegaban.
Pasando ya a Roma, y sin salirnos del género, el divino Virgilio se convierte en el primer creador de "pastiches", integrando la historia de la -en sus orígenes- no menos mítica ciudad en la "continuidad homérica" de Troya.
Inmortalizado por Bernini, ahí vemos a Eneas salvando del fuego que consume el mundo anterior a su padre, hijo y los dioses lares. cual Balder nórdico y sus escaques dorados, de los que surgirán los Dioses para iniciar un nuevo ciclo.
Ovidio y su Ars Amandi nos sumerge ya en los devaneos amorosos y lances de cama de la corte romana, con el ensayista indagando qué razones pudieron conducir al exilio del escritor que educó a generaciones de amantes.
Petronio y su Satiricón -solo parcialmente conservado- y Apuleyo y su Asno de Oro son los novelistas latinos destacados, y de nuevo los antiguos misterios resurgen desvelados convertidos en peripecia fabulosa de ese hombre que, transformado en burro, logrará escapar al hechizo que lo embruja gracias a la Diosa Isis, cuyo culto se había extendido por toda Roma y su Imperio.
Parece ser que la manera más ingeniosa de los conservadores de los antiguos misterios para instruir a neófitos era verter sus textos religiosos en algo que "era solo una novela". Esta, junto a la pastoril, ya invita a toda una relectura de la Historia de la Literatura en clave hermética.
La escuela filosófica más cercana a nuestros querido profesor son los Estoicos, y aquí aparecen de la mano de Séneca y sus sentencias para vivir una vida buena, quizás con cierto fondo platónico que siempre se hace más seductor cuando se acerca el final de la vida, o cuando disfrutar los placeres de ella, siempre con mesura, se torna difícil o imposible.
La escuela filosófica más cercana a nuestros querido profesor son los Estoicos, y aquí aparecen de la mano de Séneca y sus sentencias para vivir una vida buena, quizás con cierto fondo platónico que siempre se hace más seductor cuando se acerca el final de la vida, o cuando disfrutar los placeres de ella, siempre con mesura, se torna difícil o imposible.
Séneca nació en nuestro país pero fue educado en Roma, por lo que no hay que atribuirle un carácter especialmente español.
Para los legos como un servidor, Marco Aurelio es ese viejito al que el malo de Gladiator, Comodo, se carga de manera edípica y sádica, a lo MacBeth.
Mientras machacaba bárbaros en los neblinosos bosques del norte, escribía sus Meditaciones, también de corte estoico y que nos muestran que, hace muchos siglos, no estaba reñido ostentar el poder absoluto con ser una persona leída y "escribida".
Aquí dejamos la reseña, pues tenemos mucho por leer, no sin agradecer el fenomenal trabajo de edición a Daniel Tubau y desear sin duda futuras entregas donde García Gual nos marque nuevos horizontes literarios.
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