La sorprendente y original trama mezcla ese mundo futurista contaminado y agotado de las primeras escenas de la nueva -y fracasada- entrega de Blade Runner -un Madrid quizás no tan lejano sumido en continuas neblinas de gases contaminantes- con los paisajes oníricos y fantasmales de un Lovecraft cuyos dioses primigenios parece que han abandonado los Apalaches para mudarse a cercanos los paisajes de la Sierra Madrileña, probablemente siguiendo los pasos de Pablo Iglesias.
En ese mundo gris, opaco, sofocante un trabajador encargado de medir los perpetuamente altos niveles de contaminación va a conocer en un hotel a una mujer que despertará su deseo y sus emociones en tan crepuscular y funerario escenario.
La máscara de gas que le permite sobrevivir entre los mortales gases que lo rodean es un símbolo fetichista de una relación que no acaba de ser sana, sino más bien sospechosa.
La historia de amor de la pareja se va a ir complicando con las apariciones -literales- de cabezas cortadas y apiladas, simbólicos animales alquímicos, invocaciones satánicas en latín y las visitas de una presencia que deja unas sospechosas huellas sangrientas de pezuñas...
Una lectura imprevisible, incómoda, inquietante que nos revela a Madrid como algo que muchos ya hemos, por desgracia, intuido: Un infierno personal y recurrente del que, como Sísifo, somos incapaces de escapar.
Agradecemos de nuevo a Materia Oscura la confianza en nosotros y seguiremos reseñando sus muy interesantes productos.
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