El editor Vicente García, el estudioso, guionista y ahora "Continuity Cop" del personaje Eduardo de Salazar, Marisa Gago -hija del autor y novelista- y Miguel Quesada -dibujante de la nueva aventura y heredero de la saga Valenciano/Albacetense- se congregaron para apadrinar un sin duda esperado retorno del Guerrero a las librerías en diferentes líneas que iremos desgranando en futuras entradas.
De momento, comenzaremos por reseñar esta reedición correspondiente a las aventuras originales que Valenciana encargó al autor en 1978 y que este realizaría hasta su temprana muerte tres años más tarde.
Los tomos, de 186 páginas, recuperan una decena de números y, si la serie tiene el éxito esperado por el entusiasta editor, alcanzarán la decena de volumenes, momento hasta el que se aplaza la futura reedición de otros materiales.
Tanto por cuestión generacional como por gustos personales, yo soy un lector completamente neófito de estas aventuras y su amplio y singular universo.
Carezco, claro, de la pasión de los más veteranos lectores que disfrutaron de ellas en los kioscos y por eso los dos artículos que acompañan al volumen, cubriendo la historia editorial de la serie y la admirable y soberviamente creativa vida de Manuel Gago, no falta de penurias y trágico final como la de tantos artistas españoles me han resultado tremendamente aleccionadores.
Trabajando toda su vida a destajo y en condiciones menos que ideales para la creatividad, a ningún lector actual se le va a escapar que Gago no era Shakespeare escribiendo ni su admirado Raymond dibujando. Ni se esperaba eso de el ni se le pagó de lejos lo que hubiese permitido mayor dedicación y calidad.
Con todo y con eso, El Guerrero del Antifaz alcanzó la cifra de 800.000 cuadernillos vendidos en sus mejores tiempos. Osea, equiparable al éxito, no ya de Superman, sino del Captain Marvel de Fawcett en sus mejores tiempos. Con la diferencia que en España había muchísima menos población.
Y es que los niños de entonces no tenían ni diferentes opciones de ocio ni capacidad de comparar artísticamente con otras publicaciones análogas: por que no las había y por que los niños no comparan (ahora sabemos que muchos adultos, tampoco...)
Leída la larga aventura que ocupa todo el tomo, además de una introducción que recapitula su origen -criado por sanguinarios moros siendo cristiano, Gago se adelantó 30 años al Orion de Jack Kirby, y eso que el segundo solo seguía un mito nórdico- no podemos por más que recomendarla precisamente por el absolutamente delirante guión que enfrenta al cruzado español con unos genéricos "piratas samurai" de la "Isla Amarilla" y sus líderes: El fiel esbirro Máscara de Hierro -de impenetrable y nada aerodinámica armadura- y Nasika, la reina pirata.
No podía ser más moderno el detalle de que, bajo sus máscaras, ambos villanos aparecen con rostros deformados por ácido sulfúrico (o mejor dicho, en esos tiempos, vitriolo).
No se qué opinará Eduardo, pero a mi este señor de armadura de hierro acompañado de una dama deformada y con máscara no dejan de recordarme al alter ego de Tony Stark y su villana por excelencia de los años 70: Madame Masque. ¡O a Silver Samurai y Madame Hydra!
Pasados ya los tiempos de la censura, Gago no deja de introducir escenas de sadismo y tortura -la esposa e hijo del héroe arrojados a un pozo al que se prende fuego- por no hablar de un intento de violación de la villana al durmiente Enmascarado -que se pasa medio tebeo con el pecho al aire y la máscara y el casco puesto-.
¡Y es que hasta los monstruos deformes tenemos nuestras necesidades!
¡Larga vida al Guerrero, Voto a Brios!
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