Teniendo bastantes intereses comunes con el, sus conocimientos y la claridad de su prosa me sedujeron y, cuando apareció este libro dedicado a divulgar la vidas y reflexiones de una docena de "místicos", me dije que no podía dejar de leerlo y reseñarlo.
No menos admirado por mi, Javier Gomá resume perfectamente en el prólogo la paradoja del ser humano, una criatura finita que, sin embargo, se siente impulsado a buscar lo Infinito, en un tiempo donde dicha búsqueda parece haberse dado por inútil y absurda, cuando nadie ha probado lo contrario, más bien al revés.
O, como el propio autor repite varias veces a lo largo del libro, somos criaturas de sentido, y no tenemos más opción que intentar buscárselo a todo, incluso cuando lo que encontremos sea la Nada y el Absurdo.
Pero lo importante es la Búsqueda.
Doce son los personajes escogidos para repasar sus biografías y delimitar sus experiencias de lo Absoluto, no siempre estrictamente místicas: Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Blaise Pascal, William Blake, Soren Kierkegaard, Miguel de Unamuno, Rainer María Rilke, George Bataille, Simone Well, Emile M. Cioran, Etty Hillesum y Thomas Merton.
Se trata de Pensadores, Artístas, Poetas, Teólogos y, en un sano ejercicio que deja lugar a los puntos de vista contrarios, aquellos filósofos que han llegado a conclusiones totalmente opuestas, aborreciendo la propia vida y proclamando el absurdo de la Existencia.
Si algo se puede reclamar al volumen, de deliciosa lectura, es que -salvo las menciones de Merton al Zen y algo de los místicos sufíes- se circunscribe a personas que han vivido dentro del mundo cristiano.
El autor se declara católico y, consideramos, se emociona quizás demasiado cuando toca hablar de aquellos conceptos como la mediación de Cristo o la Virgen María en el conocimiento de Dios, abandonando momentáneamente el por lo demás inmaculado discurso y escrutinio racional de todas las vivencias expuestas. Bien está.
Nos quedamos pues como conclusión que la búsqueda religiosa y vivencia mística tiene tantas manifestaciones como personas la han perseguido y alcanzado.
Por más que le duela a quienes pretenden establecer unas creencias canónicas -y a quienes pretenden negarlas, metiéndolas todas en un mismo saco-, hay tantas percepciones de Dios como creyentes, y si algo queda claro es que la inmensa mayoría de los aquí citados no han sido capaces de contener sus visiones dentro de ningún dogma.
Habiendo disfrutado este volumen de principio a fin, nos atrevemos a invitar al autor a emprender otro nuevo centrado en aquellos místicos de otras tradiciones más allá del Cristianismo que a buen seguro nos resultarían tan iluminadoras o más como la docena aquí abordada.
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