Pasadas las vacaciones navideñas, iniciamos el nuevo año recuperando con fuerza en el blog la literatura, en este caso con uno de los libros más conocidos e imprescindibles de Julio Verne.
Cuando inicié esta serie de lecturas lo hice con la intención, además de disfrutar los textos en su versión original (pues muchas aventuras ya las conocemos todos por sus diferentes adaptaciones a otros medios), de desentrañar si existía o no una posible interpretación esotérica, hermética, simbólica y mágica de los Viajes Extraordinarios a las que algunos han aludido.
Y la verdad es que, aunque algo más difuminada en otros libros, en este, que es de los primeros la doble lectura no puede ser más obvia: El viaje (iniciático, claro) de los personajes al interior de la Tierra es un viaje al interior, pero a los llamados "mundos interiores" y, en definitiva, al propio alma de cada ser humano.
Me van a perdonar si no hago un detallado estudio de todos estos símbolos y sus posibles interpretaciones espirituales, pero considero que eso si que sería "spoilear" una obra. Por lo demás, la lectura de un libro, este o cualquier otro, es algo personal, y no serviría de mucho que yo les diga que se nos representa a cada etapa del camino.
Un tío y un sobrino. Un mapa rúnico -DE UN ALQUIMISTA- conectado con Snorri Sturluson y sus Eddas. Una lejana montaña con una entrada secreta que solo es visible un determinado día del año. Un trayecto "infernal" por territorios volcánicos...
Quizás los fans de Tolkien puedan detectar alguna sospechosa semejanza con otros famosos libros.
El libro es de una amena lectura y se devora rápidamente, aunque la parte del viaje subterráneo se hace quizás monótona y pesada, y luego la exploración del fantástico mundo ANTEDILUVIANO -literalmente, el mundo anterior al presente- se hace demasiado corta y nos deja con ganas de más.
Quizás la parte que más me ha gustado es la llegada a Islandia, donde se haya el volcán Scartaris, al darme cuenta que a mediados del siglo XIX aquel era un territorio prácticamente salvaje, deshabitado y por descubrir.
No me cabe duda que para los lectores de entonces ese remoto país bien podría albergar una entrada a otro mundo y muchas más maravillas.
Y esa es por lo tanto la gran virtud de Verne como literato, entonces y ahora, el saber deslizar la acción desde la más científica y real perspectiva de los geólogos hasta las más desatada y simbólica fantasía.
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