Primero de los dos tomos, esta edicion de House of Secrets complila una personalísima versión de la casa en la que el rechoncho Abel cuenta sus cuentos.
Hay que aclarar que el autor, otrora famoso por realizar un notorio estudio de sobre la figura de Superman, distingue su mansión encantada de las de Massachussets y manda esta a la costa Oeste, concretamente a Seattle.
La casa se encuentra habitada por el Tribunal de los Secretos, entidades o fantasmas que enjuician los que guardan las personas reales que tienen la suerte o desgracia de ir a parar a la casa.
La protagonista difícilmente puede ser más arquetípicamente "vertiginosa": a la media docena de páginas ya anda nombrando que le está viniendo la regla.
El dibujo de Kristiansen, que llegó a echar una mano con los fill-ins de Sandman, es funcional, y acorde con los temas y ambientes, aunque a nuestro juicio palidece ante los talentos de sus propios sustitutos, como Fegredo.
No es el primer material Vertigo que yo rescataría, pero en su día lo leí con cierto interés, aunque ya consciente de las redundancias con el resto de cómics de la línea -ese trastero donde se aparecen deidades lo hemos visto antes en otro sitio.
La casa se encuentra habitada por el Tribunal de los Secretos, entidades o fantasmas que enjuician los que guardan las personas reales que tienen la suerte o desgracia de ir a parar a la casa.
Procedentes de diferentes momentos y lugares de la historia, el segundo arco -para nosotros, mucho más sugente que el inicial, emulando claro las historias independientes de Gaiman en The Sandman- está dedicado a estudiar sus orígenes con dibujos de diferentes artistas, Duncan Fegredo o Guy Davis entre otros, habituales de la Vertigo de la época.
La protagonista difícilmente puede ser más arquetípicamente "vertiginosa": a la media docena de páginas ya anda nombrando que le está viniendo la regla.
Y, como si todo Vertigo extrajese sus esencias del oscuro episodio del dinner de The Sandman, la prota y la otra chica que habita la casa, ambas han sufrido abusos sexuales. Estamos hablando de temas para lectores maduros, muy maduros.
El dibujo de Kristiansen, que llegó a echar una mano con los fill-ins de Sandman, es funcional, y acorde con los temas y ambientes, aunque a nuestro juicio palidece ante los talentos de sus propios sustitutos, como Fegredo.
No es el primer material Vertigo que yo rescataría, pero en su día lo leí con cierto interés, aunque ya consciente de las redundancias con el resto de cómics de la línea -ese trastero donde se aparecen deidades lo hemos visto antes en otro sitio.
Como venimos diciendo, una gran ocasión de ver cuanto en Vertigo fue revolucionario -mucho- y cuanto mera convención y explotación de franquicia -otro tanto-.
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