Aviso ya que la películita es de las de llorar y sufrir.
Basada en la historia real de un submarino ruso que hace unas décadas sufrió un accidente en unas maniobras, con una bomba nuclear a bordo, y se hundió con media tripulación (¡la otra media, BOOOM!)
Mientras que los supervivientes del submarino sufren una avería tras otra en el fondo del mar y luchan por sobrevivir se nos muestra lo que ocurre en la superficie, desde la desesperación y lucha de las familias por obtener información sobre el accidente, sobre los supervivientes, etc, hasta el hermetismo del gobierno ruso que no quiere permitir que transcienda la realidad: que el submarino era una lata de sardinas.
Descubriendo que si hay supervivientes, los rusos iniciarán los intentos de rescate pero irán fallando unos tras otros, dado que la tecnología de las naves de salvamento también está más que obsoleta y defectuosa.
La triste moraleja, una que sigue estando perfectamente vigente, es que la terrible RAZÓN DE ESTADO se impone llevándose por delante las esperanzas -no diremos si las vidas- de la docena de supervivientes.
A pesar de que el Reino Unido y otros países se ofrecen a ayudar, Rusia retrasará su intervención para no quedar como unos inútiles y en evidencia.
Una historia de amistad y hermandad ante la desesperación y una de tantas lecciones que aún hay que aprender para que algo así no vuelva a suceder.
¡Lo de trabajar en un submarino, aunque no explote con carga nuclear dentro, sigue estando MUY MAL PAGADO, ya verán como al salir de la peli están de acuerdo conmigo!
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