Este nuevo "coco" cinematográfico, en la vena de Freddie Krugger, viene y se lleva a los universitarios que descubren su nombre en una misteriosa casa que se les ocurre compartir mientras estudian.
Y es que no solo estudian: dos de ellos son pareja y uno es el Don Juan del Campus de una de esas Universidades americanas de película a las que a todos nos hubiese gustado acudir.
Así, la película tiene una interesante lectura -que ya he escuchado en un par de ocasiones- en las que el MAL aparece como una especie de Castigo o Materialización Exterior de las tensiones interiores entre los personajes.
Todos obtenemos un placer sádico al ver a rubias animadoras, empollones de matrícula o capitanes del equipo de fútbol ir sucumbiendo a las alucinaciones, paranoias y masacres que causa este estigio demonio.
Quizás por un pequeño "republicano" interior nuestro que no deja de censurar o envidiar ese sexo pre-marital del que disfrutan entre fiestón y fiestón.
Carrie Ann Moss tiene un pequeño papelito que, como en todas las pelis actuales, apunta a una posible continuación.
Y es que, aunque los protagonistas deberán intentar reestablecer el orden alterado averiguando sus orígenes -en una estructura que iguala estas películas de terror con la mejor ficción detectivesca- la cinta no acaba de establecer los verdaderos orígenes del demonio y su manifestación y tiene un final abierto a su ominoso regreso, por supuesto.
Quizás una lectura más básica se centra en los pequeños demonios del día a día, como los celos, que pronto envenenan la relación de amistad y amor de los tres protagonistas con un mero empujoncito del infernal engendro.
Las horribles consecuencias reales de semejantes pensamientos están todos los días en las noticias, y no todos pueden justificar sus actos como las acechanzas de un ser sobrenatural.
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