“Me agrada tu espíritu, mi fiel” Le dijo así Irmo “Pero difíciles son los dones con los que ambicionas ilustrarte, porque la Senda del Dolor y la Privaciones son las únicas metas que sigue mi hermana mayor.
Y habrá veces que no verás esperanza, al sentir tu alma desquebrajarse, y el ahínco que portas ahora, morirá como una candela en la tormenta. Porque te veras en haciendas distintas a la paz que duerme en Lórien y tendrás que sufrir por el conocimiento que ansias.
Pero si dispuesto estas por continuar, tienes todas mis bendiciones. Y no temo por ti, ya que en buenas manos te dejo, las de Nienna, puesto que, de todas las criaturas que habitan los subsuelos o las elevadas esferas de Arda, no hay ser que la compare en benevolencia y gentileza”.
Entonces cruzó las rondas de los Reinos de la Noche, al oeste del Oeste en los términos de la tierra, y llegó a Hanstovánen, el Puerto de las aguas negras, donde el sol nunca se refleja sobre el mar y las gaviotas no cantan melodía alguna. Y a presencia de la dama de ese mundo fue conducido Olórin, el maia.
Gratamente fue recibido por ella, cuyo nombre es Fui Nienna, porque la causa del luto es su menester; pero también la llaman Kwalmë-Tári, la Reina de la Muerte, porque es una de las tres mujeres Arathar, las exaltadas entre su pueblo, sólo igualándola en belleza y sabiduría Varda, la blanca del cielo, y Yavanna, la que ama los árboles.
Y en todo su esplendor la vio él; porque sentada en su trono (con la única compañía de la bestia del cuerno Tyelperinwë) la Fëantári, la que aclaman la Plañidera, lo acogió con gentileza y su efigie cautivó a Olórin, que la vio hermosa y profunda como la medianoche.
Y las cualidades del maia también agradaron a Nienna más de lo que ella misma esperaba; porque vio en él ansias de aprendizaje, como muchos deseos por ayudar a los demás; puesto que Olórin era un ser sencillo y caritativo, virtudes agraciadas que no le fueron indiferentes a ella.
“¿Qué conocimientos persigues?
¿Qué deseas de la que mora en el crepúsculo perpetuo?” dijo Nienna, cuyo velo negro ocultaba su boga “Porque si ambicionas riqueza imperecedera, la gloria sobre tus semejantes o poder para ser, entre los Ainur, tan eminente que sus corazones se vean obligados a agasajarte; ya puedes partir y no dignarte a importunarme en mi retiro. Aquí nunca hallaras eso. Pero mi alma me dice que no eres así, y tu, en verdad, aspiras a algo que va más allá de lo puritano, porque en ti veo mucho amor que dar.”
Fue la contestación de Olórin y a Nienna le sorprendió su forma de dirigirse a su persona, con recato inconmensurable aunque, por igual, con una idoneidad que lo ensalzaban; y eso la llenó de satisfacción. "Ya he conocido la erudición de los otros ilustrísimos Valar y ninguna ha llenado mi vacío. Puede que solo el Camino de la Privacidad pueda otorgarme lo que ansió”.
Fue así como ese espíritu de Lórien habitó Hanstovánen y sirvió humildemente en las estancias de la Dama, tanto tiempo que los hombres no podrían contarlo con edades... Y Olórin aprendió mucho de Nienna, tanto como nunca creyó posible, puesto que ella le abrió los ojos al dolor que residía en el mundo y este jamás le fue, desde entonces, indiferente.
Así, tanto sufrimiento lo hicieron fuerte, vigoroso en valor y misericordia, porque la fuerza de Olórin, guiada por la Valie, nacía de la profundidad de sus ansias por hacer el bien, de acabar con el angustia terrible que soportaban los habitantes del Mundo y sobrellevar junto a ellos sus penalidades.
Porque la Dama llora, sin embargo nunca por su soledad en aquel retiro misterioso, y muchos menos por su persona; sino porque ella padece las penurias de Arda al ayudar a sostenerlas.
A pesar de todo, duro fue habitar morada tan estéril o fría, cuyas ventanas siempre miraban al muro sombrío del mundo; y hubo momentos, como Irmo profetizó, que el maia lloró amargamente porque recordaba las hojas añiles de los árboles del Sueño y los cálidos manantiales de Estë.
Además, poca compañía tuvo, ya que los otros habitantes del puerto eran tristes e insípidas sus conversaciones, tan distantes todos como si anduvieran por tierras despojados de memoria.
Entonces Nienna lo reconfortaba con palabras conmovedoras y le permitía abandonar Hanstovánen durante días, para que tornara a transitar por el reino de Lórien y su añoranza desapareciera. Pero Olórin nunca se queda allí mucho tiempo, porque ama tanto los Reinos de la Noche que pronto vuelve al lado de la Valie, y a ella también añora cuando no la ve y sola no quiere dejarla; puesto que él conoce lo pesada que es la carga de sobrellevar la Dolencia de la Creación y sólo desea ayudarla a resistirla.
Pronto lazos profundos fueron los que a Olórin y Nienna vincularon, porque rara vez se separaban y juntos recorrieron las playas sombrías; haciendo que, estos parajes de los Reinos Lóbregos de los Fëanturi, ya no parecieran tan tristes.
Y Nienna, a pesar de la fama ermitaña como Dama del Luto, se regocijaba con la charla de su compañero; puesto que él le hablaba de la belleza de Lórien y alejaba de su mente las sombras, describiéndole justamente como eran las aguas del lago Lórellin o cual rojas las amapolas que crecen allí.
Así, tanto confió la Valie en él, que un día lo llamó:
“Hoy te mostrare una de mis más bellas y amargas labores, de la que sólo soy digna por la gracia del Destino” le habló de tal forma la Plañidera y lo condujo, arrastrando su largo manto de lobreguez, por el embarcadero de Hanstovánen. Allí lo hizo esperar, mientras ella tomaba con delicadeza un pequeño candil cuya luminiscencia plateada recordaba vagamente a la “Errante” de los Cielos Nocturnos. Entonces cuentan que Olórin sintió la brisa del mar; la cual no transportaba la fragancia de las olas ni el sabor de la sal, sino el frío de las lapidas y el bálsamo de los huesos.
Solo entonces pudo ver una figura en el horizonte, de negras velas y silencioso movimiento, puesto que no era otra cosa que el Mornië, el Barco de la Muerte. Y el conductor que guiaba este velero negro, con reservada actitud, no podría ser otro que el mismo hijo de Nienna: Morion el Enterrador, cuyo rostro es de calavera inmutada y sus manos de afilados dedos, digna efigie de un vástago tenebroso.
Porque su padre es el perverso Enemigo Oscuro del Mundo (Que tanta vileza ha engendrado que ya nadie puede perdonarle, ni siquiera la Plañidera). Mas, Morion niega seguir las potestades del legado paterno y al lado de su madre permanece…
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