Recordamos con nostalgia aquellos Salones del Cómic donde nos cruzamos con nuestras primeros fanzines y cómo con el consuelo de ahorrarnos la maquetación, pasamos orgullosamente a formar parte de los colaboradores de esta, que ha sobrevivido en el mercado español, insistimos, aún cuando en Estados Unidos no sobrevive ninguna revista impresa de actualidad, y las webs que lo hacen son ya contadísimas y con un contenido más que cuestionable.
Felicidades también a todos los colaboradores, en especial a los que se han unido en esta nueva etapa, y que solo conocemos por sus nombres, en su mayoría, y a los veteranos que resisten.Nosotros nos unimos a la celebración con una pequeña columna por los viejos tiempos.
Arturo Porras arranca con un reportaje dedicado a la evolución de los precios de los cómics americanos, que poco a poco se han convertido en objeto de lujo, a menos que uno cobre un buen sueldazo o sea hiperselectivo -lo cual, en el panorama actual de las majors, tampoco es muy difícil.
David Mas completa el artículo sobre la serie Savage Dragon con toda la evolución que ha tenido, hasta ser protagonizada por el hijo del original.
No solo la narrativa continuada es la más larga, sino que además todos han sido realizados, claro, por su creador, Erik Larsen.
Peter García escribe sobre el controvertido tema del tiempo en los cómics, uno que, entendemos, solo existe en la cabeza de cada lector, pues como imágenes en papel, estos más bien pertenecen a la Eternidad.
Diógenes Pantújez nos sorprende de nuevo con un tema que nos toca muy de cerca: Los personajes CALVOS en los cómics. En su mayoría, villanos. ¡Pero muy inteligentes!
Una amplia entrevista cubre la carrera del colorista español Tomeu Morey.
Enrique Machuca hace otro pormenorizado estudio de la evolución de las portadas de los cómics, pasando por las legendarias "gimmick" de los 90, hasta las incontables e inencontrables docenas de variantes actuales, y su diseño. Otro colaborador de lujo es David Hernando que habla de la película Batman y Robin, una que el paso de los años ha convertido, como las de Burton, en mil veces más canónica que cualquiera de las posteriores.
El número se completa con los columnistas habituales y una deliciosa sección donde los amigos del editor celebran tanto la publicación como las indelebles amistades que nos ha procurado nuestra afición.
No podemos acabar nada más que con un "¡LARGA VIDA A DOLMEN", a sus colaboradores y lectores, y hasta a los cómics que cubre, que según están las cosas puede ser que sean los que más necesitan longevidad.
PD: Perdón por las pifias en la maquetación, pero el ordenador y sus "ordenadores" dejan secuelas que de momento no he podido resolver. Estamos en ello...
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