Pero desde que el Destino juguetón quiso que su soneto a Paco Arellano acudiese a nuestro rescate -como tantos otros, pero este con simbolismo y rima- como el protagonista lo había hecho con el poeta en un momento de necesidad, a este amante de Caliope y a sus palabras le tenemos un temor reverencial, pues aquel que escribe para uno de tal manera que lo hace para todos en todo momento, está tocado por los Dioses.
A el lo rescató "Bogart", a nosotros, Rick.
Arranca el breve pero variado último poemario de nuestro amigo con una visión de Madrid como ciudad fantástica.
Así la vivimos los que habitamos en ella, en ocasiones atrapados como en círculo dantesco, en otras avistando en los atardeceres de Debod el Oeste Imperecedero.
Unos días la siniestra Mujer de Negro de Alarcón nos persigue Montera arriba, Montera abajo.
En otros, Max Estrella y Rosso de Luna nos susurran en el Ateneo secretos arrancados a los Gnomos.
Así, en el carro de caballos del Marqués de Leguineche, aguardamos cual Luis José la hora de que nos reciban en Palacio. ¡Con planes para el Mundial, la Champions League y hasta las Olimpiadas madrileñas!
El poema que da título al librito es un elogio a los ilusionistas, prestidigitadores y magos de salón.
Cuenta Ramón Mayrata que fueron los primeros shamanes los que añadieron unos "pases mágicos" para acentuar con ellos sus remedios y, dando lugar a la creencia en la magia, dejar que fuese el alma la que curase al cuerpo donde el emplasto no llegaba.
Las palabras de Luis Alberto son igualmente mágicas. Nuestro Mandrake madrileño, con cabalísticas fórmulas, levanta por un instante el pesado velo de la Materia para que tras ella, entre brillantina y música de Berliotz, trasluzca otra realidad. La Realidad.
Siguiendo el camino plateado del reflejo de la Luna sobre aguas Mediterráneas, el poeta pondera desde un yate sobre la que cantase Shakespeare, voluble y traicionera, en Romeo & Julieta.
¡Y lo es, a fe mía! Tanto que, harto de esperar en el Balcón a un nuevo Píramo al que el León -o la diosa Manía- parecen haber devorado, me abstengo de comentar el resto de poemas amorosos, que no faltan, pues ese tema, que no es Tolkien ni Superhéroes, al menos en su mitad, lo ignoro.
Poemario de madurez, forman parte de el aquellos dedicados a los amigos que se han ido, y con ellos las experiencias compartidas y la posibilidad de revivirlas o juntos recordarlas.
¡Y que bonito es que el poeta, que insiste en vivir "Sin Miedo y sin Esperanza", al menos evoque la Eternidad para sus amigos, contemple la posibilidad de que exista -de forma muy distinta a la que nos enseñaron- y hasta tímidamente, claro, la desee, no solo para sus palabras -que ya la tienen- sino para el que las conjuró.
Le recordamos a nuestro amable prologuista que afirma el Morfeo de Gaiman que es el Sueño del Cielo -o su recuerdo- lo único que puede dar sentido al infierno que atravesamos, y que manteniendo aún un atisbo de Esperanza en una línea de un poema de los muchos que acumula, hasta Lucifer caerá derrotado ante ella.
Podemos puies esperar la llegada de su pálida y jovial hermana Psicopompa con alegría y seguridad de que la aventura continúa.
Siendo otra obra de Luis Alberto, no faltan tampoco ni las referencias frikis ni la sección dedicada a los clásicos. Así concluimos: Nuevos Vesubios sacuden el Mundo, nuestro Mundo.
Y mientras, impetérritos, aquí dejamos este "grafitti" en la Cibeles, como el mencionado de los Colosos de Memnon.
"Existe Eternidad por que existe Sentido. El Caos no puede escribir poemas -aún sin métrica, ni tan malos como los de las IA-, pero sobre todo, no puede leerlos."
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