Quizás es más conocida la versión que inspiró a Oscar Wilde, Salomé.
Guy de Maupassant elogia en un oportuno prólogo la capacidad de Flaubert para desaparecer detrás de sus personajes, que en ningún caso lo reflejan a el, tratando toda clase de enfoques.
"Maneja el Talmud como un rabino, los Evangelios como un sacerdote, la Biblia como un protestante y el Corán como un derviche".
Especialmente destacable sus conocimientos espirituales, como vamos a ver.
Y es que la figura del Bautista -que vive en el desierto -fuera de la civilización-, viste pieles y es finalmente decapitado- es un añadido a los mitos cristianos que versiona de manera patente e inequívoca al Dioniso -despedazado por los Titanes- o Orfeo -igualmente decapitado- de los mitos griegos.
Cambien la piel de camello por la de leopardo, y las cosas comienzan a encajar más, así como la representación de Juan como Divino Pastor que recoge la idílica capacidad de Orfeo de domar bestias con su música y apacentar al León con el Cordero, reestablecer el Paraíso, y representar el mundo silvano de los Faunos y Silenos que, mezclado con los Curetes, se cuelan también en forma de pastorcillos a adorar a Jesús en su nacimiento.
Quizás la piel peluda es una herencia del Enkidu babilónico, compañero silvestre de aventuras de Gilgamesh, quien también sufre una muerte prematura.
Entre los primeros cuentos egipcios encontramos también a la malvada amante del Faraón que, descubierta, pide que se le sacrifique el toro en el que se ha transformado en héroe, pero este regresa reencarnado. Es la primera versión de Salomé.
Y si el lector a estas alturas esta harto de mis elucubraciones, ha llegado la hora de desvelar el motivo y corroboración de estas:
Cuando Salomé, hija de Herodías, baila ante Herodes, Flaubert la describe como una enloquecida BACANTE. 
Las bacantes claro, son las seguidoras de Dioniso, y las asesinas de Orfeo, cuya cabeza sobrevive inmortal, y aconsejamos al paciente lector que le siga la pista en los cómics de Sandman, donde será finalmente destruida, símbolo del lazo que, tras la Caída, ata a los hombres al plano material.
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