Y es que, en cualquier caso, el disfrute -y sufrimiento- forzoso de lo terrenal no implica ni puede nunca probar que la existencia de cualquier hombre, ni la lectura de su obra, se agote en ellos.
La edición de Reino de Cordelia está basada en la traducción de Edward FitzGerald que hiciese famosas las poesías en Occidente a partir de 1895.
Vienen perfectamente acompañadas por las ilustraciones de Willy Pogány, puro ensueño oriental de Las Mil y Una Noches, con un prólogo de Luis Alberto de Cuenca.
Pasa la vida cual rápida caravana,
detén tu marcha y trata de ser felíz.
Saki,
¿por que lamentar hoy las desventuras de mañana?
Dame vino, que la noche pasará.
No trates de encontrar amigos en la mundana feria que atraviesas, no busques más un asilo seguro.
Soporta con entereza el dolor y no suspires por un remedio que no has de hallar.
Sonríe en el infortunio
y no esperes de nadie una sonrisa: perderías el tiempo.
Tú, que la trampa hiciste y de licor sembraste
este camino mío que había de seguir
¿Cómo puedes culparme de caer y pecar
si todo estaba escrito de antemano?
Un enorme atisbo ese, que nos hace reflexionar sobre como nuestro destino queda ya muy delimitado por nuestras circunstancias, y por lo tanto la CULPA es una horrible idea en tanto que no somos dueños de nuestras pasiones ni de las de los demás -y de sus propias ideas del mundo-, ni de como estas nos influyen. Sobre la caducidad y lo temporal de todas las filosofías, este poeta, que de joven fue próximo al fundador de los míticos Hassashin -Asesinos-, conjura una definitiva idea: aquellos de quien escuchó complejas teorías yacen ahora bajo tierra con sus bocas llenas de ella...
No hay comentarios:
Publicar un comentario