Y, afortunadamente, tenemos la solución en Teatros del Canal.
Cualquiera que haya estado en alguno o varios de los espectáculos de El Brujo sabe que te ríes. Te ríes sin parar. Te ríes tanto que temes taparle el siguiente chiste, y solo paras para escucharlo, solo dejas de aplaudir por que seguramente el siguiente gag sea mejor que el anterior.
Con más "tablas" que Moisés, el actor maneja a la audiencia como quiere, lanzándonos a una catártica, hilarante e ILUMINADORA experiencia en la que no deja de intercarlar comentarios de actualidad -y es que la actualidad se presta cada vez más a solo El Brujo pueda comentarla con acierto- mientras que va recitando -o inventando- su monólogo del día.
Para que no se le suba mucho a la cabeza, tenemos que decir que encontramos "Misterios del Quijote" bastante poco misterioso: Hay mucho más hermetismo, simbolismo y magia en el libro de Cervantes -quien al fin y al cabo viajaba junto a Hermes hasta el Parnaso más que El Brujo haciendo bolos- de los recapitulados en la obra. ¡Que no se fíe tanto de esos taxistas!
Nos agradó, eso si, las comparaciones del Quijote con la figura de Cristo o el hallazgo de un "Quijote árabe" que, escrito o no por Cide Hamete Benengeli, sería la base esotérica para las andanzas del Manchego Universal.
El caso es que fue viendo la segunda obra, centrada en Santa Teresa cuando una vez más nos quedamos maravillados ante la facilidad de El Brujo para, entre chascarrillo sobre Rita Barberá y alusiones a los nada santos comienzos de la Doctora de la Iglesia, lograr que una audiencia generalista APREHENDA los más arcanos y sutiles conceptos de mística.
Enseña más El Brujo en cinco minutos de comedia que el Maestro de "Kung-Fu" en toda la serie.
Un cuestionamiento continuo de nuestras creencias, de la realidad, de la mismísima Historia lineal que es más que necesario hoy en día.
¡Vayan y vean!
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