Oscar Wilde, un hombre tan brillante, tan escandaloso, tan singular, tan llamativo, con una vida tan irrepetible, provocadora y legendaria que casi ha llegado en nuestro tiempo a eclipsar su propia obra escrita.
Lo conocemos más por sus citas ocasionales en Facebook que por leer sus obras de teatro, sus cuentos o sus reflexiones vitales.
Al menos ese casi era mi caso, hasta ahora.
Y, como oportunamente muestra este dibujo, junto al Pavo Real que, adecuadamente "se pavonea", junto al Oscar Wilde más transgresor y sensual, podemos descubrir a un Oscar Wilde que escribe cuentos para niños de todas las edades, y que consigue en ellos la más prístina espiritualidad e imaginería, que podemos representar por esas palomas.
No es algo que todo el mundo sepa, que el libertino autor, que acabó encarcelado por sus relaciones sodomitas, tenía también todo un lado casi místico, con inspiradores relatos y visiones crísticas, sino cristianas.
Quizás es debido a que recuerdo haber visto de niño una pretérita versión animada de algunos de estos relatos, los más "limpios", pero la narrativa de Wilde, que sigue los moldes de los cuentos de hadas más clásicos, retrotrae inmeditamente a la niñez, con su simpleza y su felicidad.
Sin embargo, la mayoría de los cuentos tienen aspectos totalmente maduros, y junto a la idealizada pureza del espíritu se reflejan también la mayores perversiones humanas. "Nada humano me resulta ajeno", dijo una vez el autor.
Una dura crítica social se deja entrever a la vez que Wilde nos pasea por los más paisajes más fantásticos, los palacios más ricos...
Esteticismo y decadentismo están presentes en la descripciones: joyas, tejidos, esculturas, aromas, comidas... Un empacho para los sentidos que sin embargo casi siempre solo sirven para señalar que las ansias del hombre no se colman en lo material.
Wilde invita a vivir esta vida plenamente, a apurar todas las copas, hasta la heces, y después, a caminar por esos caminos que conducen a las tierras de fantasía oriental, y aún más allá, a los mundos inmateriales, hasta que los placeres del cuerpo pierdan poder sobre nosotros y podamos sentirnos satisfechos con los que atañen al alma.
1 comentario:
Desconocía totalmente esta etapa de Oscar Wilde. Excelente auto-regalo para esta Navidad. ¡Gracias Pedro!
Publicar un comentario