domingo, 22 de marzo de 2020

LO SINIESTRO/EL HOMBRE DE ARENA, SIGMUND FREUD Y E.T.A. HOFFMAN

Archivos Vola, entre otras muchas cosas, se está convirtiendo en una nueva Enciclopedia Pulga que nos sirve para ir degustando muy distintos aspectos de lo que en tiempos se llamaba CULTURA GENERAL, de esa que ya solo tienen los concursantes de show televivos.

En este caso se recupera el ensayito de Sigmund Freud sobre Lo Siniestro, Unheimlich, un concepto tan popularizado entre la intelectualidad actual que no se puede asistir a ningún congreso universitario donde no se lo nombre media docena de veces por parte de sus ponentes.


Opuesto a lo familiar, lo que nos da seguridad, lo hogareño, Siniestro es aquello que nos causa extrañeza, desasosiego, pavor...

Para Freud lo revolucionario es que no lo acusa a nada exterior, sino que esa sensación, aunque desatada por alguna percepción o asociación de ideas exterior, en realidad proviene de un aspecto de nuestra psicología reprimido, que emerge por un momento en esa ocasión.

Lo que nos asusta, lo que nos inquieta, somos nosotros mismos.


Lo interesante radica en que Freud echa mano del relato de fantástico de Hoffman, también recogido en este volumen, para explicarlo en toda su profundidad.

En el, un individuo se ve empujado al delirio, el frenesí y la muerte cuando un encuentro con un misterioso personaje le recuerda el temor que le tenía a otro -quizás el mismo- repulsivo anciano que el, en sus fantasías infantiles, asoció a The Sandman, un siniestro conciliasueños que se lleva los niños a la Luna y les arranca los ojos.


Podemos por tanto decir que aquí la Literatura se adelanta a la Psicología, o dicho de otra manera, que las intuiciones más fructíferas de estas no serían comprensibles ni útiles si no hubiesen sido plasmadas ya por el Arte.

Un ejemplo, el de la lectura psicoanalítica de Freud -que no deja de sacar a colación el simbolismo de la castración en la pérdida de los ojos- que nos anima a leer siempre pensando que, en cada relato y cada libro, nos leemos en realidad a nosotros mismos, expresando con luz y sombras, héroes y villanos, aquello que por definición es inefable.

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