Es exponerse a debacles, y no ha sido el único en sufrirlas el pretender emular a Jack Kirby y sus New Gods. El también pensó que podía hacer el solito lo que antes hacía con Stan Lee y se equivocó de pleno.
El discípulo aventajado -de los primeros autores en darse cuenta de que su trabajo escapaba los constreñidos cauces de la industria americana- cayó en el mismo error del maestro al pensar que el mercado estaba preparado para que con solo su nombre y arte poder arrastrar el suficiente número de lectores, en un formato allí desconocido y una narrativa que, reconozcámoslo, tarda eras divinas en ponerse medianamente interesante.
El argumento versa sobre la boda de AdAstra, el pastiche de Tormenta que ya había protagonizado su secuela a la legendarias aventuras "Muerta en Vida".
A ella se añaden toda una serie de "Jóvenes" y no tan jóvenes dioses que versionan los arquetipos de los de Nueva Génesis.
Pero más allá de la historia inconclusa y de las bellas ilustraciones del autor en conflicto con el Editor Original y consigo mismo, el álbum sirve como una magnífica introspección en la mente del creador: sus traumas, sus miedos, su incapacidad de reencontrar a su musa, que es la principal diosa ausente de la aventura.
La frase con que titulamos es uno de los diálogos del cómic que resume perfectamente la futilidad de pretender que los héroes cósmicos son más adultos por tratar temas sexuales.
1 comentario:
Disiento del explosivo encabezado. Tuve que leer esto, y lo que vi fue el endiosamiento de Windsor Smith en unas historietas cuya grandilocuencia pretendía sustituir la trama en sí misma. Un barril vacío pero que resonaba fuerte.
Savage Dragon es más honesto y encaja mucho más con el explosivo encabezado.
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