Si este relato merece ser recordado por algo es sin duda por la primera aparición del Necronomicón, el libro diabólico escrito por Abdhul Alhazred.
Los protagonistas -un par de artistas decadentes que han degenerado en coleccionistas de todo lo relacionado con los muertos- lo consultan para saber el significado de un amuleto que han encontrado en una de sus prohibidas diversiones: robar en tumbas.
El amuleto de jade representa un perro alado y proviene de una secta oriental de devoradores de cadáveres.
No deja de haber cierto homenaje sherlockiano, pues el fantasmal sabueso que acecha a los protagonistas ataca de noche y en los pantanales donde Conan Doyle soltó a su fiera.
Un aviso quizás de los peligros que acechan cuando la pasión por un COLECCIONISMO, en este caso de objetos necrófilos, se va de las manos...
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