lunes, 25 de septiembre de 2023

VERANO ROJO: LOS PEQUEÑUELOS, LA MALA EDUCACIÓN Y LAS PIEDRAS DE MOLINO

Nuestro querido Helio Mira sigue la estupenda racha de estrenos co-guionizados por el. En esta ocasión se trata de otro Thriller junto a la directora Belén Macías. 

El argumento, que transcurre en los años 90, trata sobre el proceso de des-encubrimiento de los casos de pederastia cometidos dentro del seño de la Iglesia Católica.
    

Un joven adolescente aparece muerto por ahogamiento y la Comisaria María Ruiz es la encargada de investigar el caso. Contará con Luna, un veterano periodista despedido de su medio por el auge de los periódicos en internet. 

Juntos comenzarán la investigación, pronto ligada a un segundo asesinato de otro chico que compartió campamentos juveniles y un misterioso tatuaje de una corona de espinas sangrante. Pronto se descubre que los abusos están ligados a un colegio religioso, donde el director hace lo posible por entorpecer la investigación.
    

La película, con un misterioso -o no- asesino en serie y de temática religiosa, viene a ser una recreación de Seven

Aunque el final es algo menos impactante, la estructura funciona a las mil maravillas, incorporándose aliados del crepuscular y espabilado periodista, informáticos de la policía y la hija de la protagonista, que tiene la edad de las víctimas. 

Richard Sahagún hace un magnífico papel como uno de los profesores del colegio religioso -pamplonica, para más datos, por si aún no han reconocido la adscripción- con una impresionante verosimilitud.  Aunque, por comparación con el modelo americano, la cinta desluce un tanto en el clímax.


En cualquier caso, brilla doblemente al final del segundo acto, en el que Investigadora y Periodista, con la ayuda de la primera asociación de víctimas de abuso sexuales relacionados con instituciones religiosas españolas, comenzarán a destapar la trama del colegio y con ella la de otros centros y más, gracias a la intervención de un crucial aliado que, rompiendo la conspiración de silencio inciará, como ocurrió en la realidad, el descubrimiento de los casos que se solventaban con pagos de compensación y traslado de sacerdotes.
   

Hay que aclarar que, a pesar de que el voto de castidad de religiosos (tan imposible de cumplir como lo sería el voto de ayuno continuo o de contener la respiración perpetuamente) es ya una invitación a toda clase de desórdenes sexuales, estadísticamente la inmensa mayoría de los abusos sexuales a menores se cometen dentro del seno de la propia familia incestuosa: Padres, Madres, Hermanos, Tíos o Tías, Amigos... y por supuesto en aquellos ámbitos de actividades extraescolares (deporte, danza, artes marciales, música, etc, etc, etc...) en donde los padres confían demasiado en el buen proceder de los profesores y tutores. 

 Tenemos una idea totalmente equivocada de los pederastas, como si fuesen El Vampiro de Dusseldorf, El Hombre de los Caramelos de aquella siniestra y genial película española (homenajeada en algunos de los flashbacks)  o el superobeso "Funnyman" del Sandman de Gaiman. 


Esto no es así. De hecho, comprueben cualquier red social de cualquier famoso o influencer y con absoluta seguridad encontrarán como en ellas se exhibe (incluso hipersexualizados antes de la pubertad) a la imagen de sus hijos incluso en sugerentes posturas. 

Aquellos que explotan su imagen con vídeos promocionales no solo de juguetes y no solo contemplados por menores, son tema aparte y necesitan de una nueva legislación.


Por lo tanto, además de vigilar exhaustivamente a quienes se acercan a nuestros hijos, tenemos el deber moral de denunciar y hacer público cuando estos desgraciados hechos ocurran. 

Y para mostrar un poco de coherencia aprovecho esta estupenda oportunidad que me brinda la película de Helio para revelar de que yo mismo sufrí varios intentos de abuso por parte de un sacerdote local.

Tenía por costumbre invitar a los niños de 6º de EGB de mi colegio a protagonizar el Lavatorio de los Pies. Uno de mis compañeros de clase -que, no por casualidad, en breve se precipitaría al mundo de la drogadicción- me previno en su día de que el sacerdote había realizado avances con el, lo que para mi inocencia resultaba simplemente incomprensible.


Aunque yo no fui monaguillo, acostumbraba a acompañarlo a su casa, pasando las tardes con el. En una ocasión me invitó a rezar con el sentado en su regazo, tras lo que intentó hacerme tocamientos a los que yo, afortunadamente, tuve el buen criterio de oponerme. 

Más tarde, tras enseñarme un álbum ilustrado de El Libro de la Selva, me invitó a dormir la siesta en su casa. Al comentarlo en casa, mis padres me prohibieron ir... pero no seguir frecuentándolo. 

Aún en otra ocasión me llevó una tarde a la finca de un conocido totalmente desierta. No pasó nada y al menos en mi esos intentos no dejaron huella notable. 

Eso si, por la gamberrada que los monaguillos le hicieron al obispo tras trasladarlo a un colegio de Iberoamérica, mucho me temo que pudiera haber alguno que otro afectado. Y por supuesto, el nuevo destino no pudo ser peor elegido.


Por lo tanto, aquellos que sean padres, primero, quieran y eduquen a sus hijos en sexualidad. 

Segundo, vigílenlos y supervisen sus actividades online. 

Las secuelas psicológicas, físicas y espirituales del abuso o maltrato -también el psicológico- pueden ser devastadoras e inconmensurables.

No todo el mundo tiene la suerte de escapar de las garras de Shere Khan.

 

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