No cabe duda de que los Old One, esa raza de seres triangulares con tentáculos y pinzas no son precisamente muy atractivos como maestros de sabiduría cósmica, aunque quizás más verosímiles como alienígenas.
El caso es que Lovecraft se da cuenta de esto y lo corrige con este relato, en donde revela que esas criaturas, las que levantaron las ciclópeas civilizaciones en tiempos remotos, no son la verdadera apariencia, sino cuerpos animados por los verdaderos alienígenas, la raza Yith, capaces de intercambiar cuerpos en un fenómeno análogo a la posesión.
Leyendo esto y viendo como el Universo Lovecraftiano no para de auto-enmendarse con estos nuevos "implantes de continuidad", uno se pregunta a donde habría llegado finalmente de haber tenido tiempo para seguir puliendo su obra.
Lovecraft recupera los casos de cuerpos habitados por inteligencias distintas, en este caso extraterrestres.
Inventa una nueva, limpia y lógica manera de viajes a otros planetas, de ida y vuelta, de acuerdo con la por entonces tan de moda "proyección astral".
Además estos seres acumulan en una Biblioteca el conocimiento extraído a través de todas sus visitas a los planetas del Universo, una continua referencia a unos seres de conocimientos superiores, secretos, accesibles para algunos iniciados.
Los astrales "Archivos Akashicos" de la Teosofía materializados aquí en antiguas ruinas y paisajes alienigenas, pero que nos remiten a la misma realidad superior olvidada de corte neoplatónico.
Lovecraft sigue obsesionado por "justificar" en su obra de donde pudiesen venir visiones y conocimientos ultramundanos como los que el y otros escritores fantásticos manejan.
Tolkien los remite a antiguos libros escritos por los Elfos, Lovecraft hace lo propio con restos extraterrestres, pero solo se diferencian en la mera apariencia exterior.
Para más misterios en torno a la obra de Lovecraft, te esperamos en PULP FACTION.
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