Estamos acostumbrados a ver a franceses y rusos combatir hasta la muerte a la malvada invasión nazi.
Pero si los planes de Hitler fueron exitosos por toda Europa fue por que la mayoría de los países no tenían una fuerza real opositora.
Los reyes de Suecia se rindieron inmediatamente para no derramar la sangre de su pueblo pero Noruega fue un caso diferente.
Esta película nos muestra con detalle las primeras horas y días de la invasión y la heroica resistencia de un país que contaba con un ejército que no daba ni para hacer un desfile.
Con el Rey y el Gobierno del país huyendo hacia el interior perseguido y bombardeado por los Alemanes que buscaban acabar con cualquier resistencia a su invasión relámpago de un país codiciado por sus recursos, la violencia de los nazis se hace aún más cruel enfrentada a la pacífica e ingenua vida de los noruegos y sus fatuos esfuerzos por detener la imparable maquinaria de guerra alemana.
Un anciano Rey que, habiendo sido elegido en su juventud por el pueblo, ahora, en sus ancianidad, se convertiría en representante y único defensor de este en un puñado de horas vitales para el país y para el propio destino de Europa.
La película nos lo muestra como un padre de familia más que a la vez tiene todo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros, mientras intenta ocultar la realidad a sus jóvenes nietos.
Interesante también el papel del embajador alemán, obsesionado con evitar el derramamiento de sangre negociando la rendición pacífica contrareloj, a pesar de que a la vez desde Berlín se ordenaban imparables acciones militares.
El encuentro de ambos personajes dará lugar al momento histórico que refiere el título de la película y en el que el Rey habrá de decidir si claudicar o no a las exigencias de los Alemanes.
Una historia de valores e idealismo ante el más pavoroso terror y muerte.
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