Tras una semblanza biográfica en la que el misterioso "ataque nervioso" que mantuvo postrado al escritor en los primeros años de su juventud cobra una gran importancia como definitorio de su carácter y como detonante de su obra, el autor se centra en la temprana pasión de Lovecraft por los Clásicos griegos y romanos y por su Mitología, una tierra y unos dioses que servirán de humus a su propio Panteón Cósmico.
Pero no serán solo los Dioses Olímpicos los que fascinen a Lovecraft, sino que Hernández señala los tintes dionisacos, mistéricos e irracionales (ya presentes en algunas de sus influencias literarias) como el aspecto sobrenatural que empatiza con el autor, que llegará a describir visiones de faunos danzando en los bosques.
Junto a este impulso místico, sus lecturas góticas van a ser el otro factor que moldee su propia literatura, una que irá derivando más y más hacia la locura, lo pagano y lo "cósmico", como maneras de sublimar una visión inefable del mundo.
El libro además estudia las continuaciones de Lovecraft dentro del Círculo Lovecraftiano, un grupo de amistad "virtual" para una persona totalmente asocial.
Las adaptaciones de Lovecraft, más o menos fieles, y su influencia en otros medios también son comentadas y evaluadas.
Para finalizar se puede encontrar una completa bibliografía.
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