Como tampoco lo tiene nuestra intención de resaltar a tantas y tantas editoriales que publican dichos materiales y otros tantos, no menos interesantes.
En este caso se recopilan una serie de relatos policiacos en los tiempos en los que el género aún se estaba definiendo, y la influencia de fundadores como Poe estaba fresca.
No había nacido aún el detective profesional y las características que acabarían fijando creadores como Conan Doyle, pero como los crímenes estaban a la orden del día, no faltaban los aficionados que se ponían a resolverlos, al menos en la ficción.
Aquí podemos encontrar a jueces, frenólogos o los acostumbrados ricos desocupados siguiendo la pista del crimen, muchas veces ayudados por un destino que les pone al culpable delante de sus narices.
Misteriosas damas de múltiple identidad, amores imposibles, esqueletos duplicados, clavos que atraviesan cráneos en cementerios, manchas de sangre mínimas pero delatoras, envenenamientos y muchas más imágenes prototípicas en un género que como decimos aún estaba en formación pueden encontrarse en estas páginas.
Los autores antologados son Pedro Antonio de Alarcón, Paul Groussac, Nicanor Bolet, Eduardo L. Holmberg, Vicente Rosi, Emila Pardo, Joaquin Belda y Eduardo Edwards.
Una oportunidad única de asomarse a lo que se escribía al otro lado del océano y de disfrutar de la muy diferente prosa de aquellos días con todos sus modismos y revueltas.
Tengan en cuenta esto cuando lean frases como "Yo no he visto ojos más divinos, eran como para enloquecer a cualquier polla." ;-P
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