Como dice uno de los diálogos: "Cada vez que el Rey Conan tenía que vaciar a vejiga, había un nuevo complot para arrebatarle el trono..."
El plot se repite, pero mientras las páginas las dibuje Tomás Giorello, podemos seguir leyendo lo mismo hasta el infinito.
Se puede dibujar de muchas maneras, pero la riqueza ilustrativa de su dibujo, poner tantas rayitas y ponerlas todas bien, es algo que merece, creo yo, más elogios que el que sabe dibujar con solo dos trazos, aunque eso también sea meritorio, a su manera.
El cómic se articula con una buena ración de splash pages o grandes viñetas, que van puntuándolo y arrebatando el aliento al lector, que se quedará sin respiración como si se tratase de contemplar un grabado de Doré.
No hay que olvidar los fantasmales colores de Villarrubia, complemento ideal de estos "grabados hyborios", que plasman perfectamente la irreal atmósfera fantástica.
Por desgracia leer el Canon de Howard es una de las miles de tareas pendientes para esta vida, pero al menos en la adaptación de Truman me parece un relato algo eslabazado, donde se hace un poco difícil mantener la atención en qué es lo que está pasando y por qué.
Eso si, traidores, cortesanas, brujos milenarios, brujas centenarias, bestias, luchas, sangre... ¡Todo eso dibujado por Giorello vale ya el precio de la entrada!
Todo eso, y la Reina Zenobia, haciendo su primera aparición.
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