lunes, 17 de junio de 2024

LA LUZ DEL MUNDO

Ayer se celebró el Día del Orgullo Neurodiverso o Neurodivergente. 

 Habiendo descubierto recientemente que tengo Síndrome de Falta de Atención e Hiperactividad, y que he desarrollado aspectos de sus co-morbosidades -enfermedades relacionadas-, quería escribir estas líneas para haceros saber algo más sobre esta condición. 

 No es una minusvalía, o no lo sería si se nos evaluase con respecto a criterios adecuados. Si bien tenemos carencias o dificultades en algunas áreas, también poseemos increíbles habilidades, unos dones que pocos descubrirán, pues no permanecen a tu lado el tiempo suficiente, centrándose en esa superficie "diferente" que tienen las personas del espectro autista.
En mi caso, tal descubrimiento llega en un momento duro y amargo, donde solo el peso de la soledad me impide muchos días demostrar cuanto podemos aportar al mundo. 

Pero enfrento cada día con la ilusión de poder aportar mi granito de arena para hacer un mundo más justo, diverso e inclusivo.


Curiosamente, aún solo disfrutando de la presencia de mis queridos amigos en contadas ocasiones, he aprendido el increíble valor de la amistad, y cuanto, por más que nos valoremos a nosotros mismos, dependemos de los demás para constituirnos como propiamente humanos. 

Quiero pues agradecer de nuevo a cuantos han aportado una -y mucho más de una- palabra de aliento.
 
Pero también quiero fundirme con aquellos que por sus propios problemas o desconocimiento no han podido hacerlo. Han de saber que no hago distingos, tan solo en echarlos de menos mucho más.
A mis mentores y guías, me gustaría hacerles entender que mis fallos, miedos, dudas o renuncias -temporales- se deben a esta misma condición, agravada por otras cargas que la vida ha puesto sobre nosotros. 

Pero que antes como ahora intentamos seguir todos sus consejos, leer todos los libros, aprender a ser mejores y a relacionarnos mejor, y a constituirnos a su vez en alguien que pueda ayudar a los demás como ellos nos han ayudado.

A veces la angustia interior o la incomprensión nos ahoga, pero nos conforta saber que nosotros vemos el mundo de otra manera, y por esa visión estamos llamados a remediar la de los demás.
 

Agradecer a los profesionales médicos y asistentes sociales su compañía, escucha y terapias que nos han hecho comprender mejor nuestra mente y las heridas que portamos. Esperamos, con ellos y con otros, poder sanarlas y progresar. 

Y sobre todo resaltar el hecho de que un paciente debe ser comprendido y apoyado, para luego proceder a cambiar aquellos aspectos que -a veces sin que haya tenido capacidad de elección- son mejorables y facilitarán una vida mejor. 

La dignidad humana se debe mantener en el sano y en el enfermo, en el que acierta y en el que se equivoca, y son los terapeutas los que deben lograr la confianza y el avance de cada paciente intentando entender todas las circunstancias que lo rodean. 

Nadie escoge cargar con esos traumas, ni nadie se define por una etiqueta de diagnostico. Somos sobre todo personas. Supervivientes, Guerreros y -si culminamos el camino- HÉROES que reescriben historias de dolor y tristeza con un final feliz.


Agradecer también a mi familia y profesores la educación que me impartieron, cuyo núcleo, aunque no fuese suficiente para enfrentar los daños del mundo, aún me guía. 

Y pedir disculpas por el daño que pueda haber hecho o las faltas que cometa. Espero me sepan perdonar y aceptar mi perdón. Yo ya lo he hecho conmigo mismo y estoy en paz,  esperando comprensión y ayuda oportuna. Pero sin depender de ella.  

Aún rodeado de un inescrutable misterio que solo ha agravado mis flaquezas, tengo la absoluta seguridad de que Dios sabe la verdad y escribirá recto con el renglón que otros puedan ver torcido y retorcido. Por medio de todos los que me aprecian. 


Me he sentido probado, pesado y medido por incontables criterios. Pero me conforto en el mío que es no haber devuelto sino un ápice del daño recibido y llevar aún a todos en el corazón. No es nuestra tarea descifrar el comportamiento de los demás, sino mostrar a quien quiera escuchar nuestra versión.

Vivimos dentro de una apocalíptica narrativa que concluye con juicio, condena y salvación. Yo con mucho prefiero al Buen Pastor que no abandona a ninguna de sus ovejas y al padre amoroso que recibe y festeja al hijo pródigo.

No podemos dejar que los demás determinen nuestro valor, aunque a veces hasta nosotros dudemos del mismo, o nos hagan dudar de el. Dios nos hizo, y el nos conoce. No tenemos que explicarnos ni defendernos. Y comparte con quienes colma de bendiciones el tesoro de ver a los demás tal y como fueron concebidos. Nada nos es oculto. 

Un don que solo con amor y perdón puede sobrellevarse. Y humildad, para conseguir todos los que nos falten.

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