¡Y Herón de Alejandría, cabria decir, como ya nos recordó Neil Gaiman en su TeknoCómic -este, Manu, se te ha escapado-!
Para aquellos que disfruten como nosotros descubriendo las raíces de la Proto-Ciencia-ficción la lectura del volumen es un Viaje Extraordinario.
Por sus capítulos y por sus exquisitamente escogidas ilustraciones, pues más allá de los argumentos, el Steampunk es sobre todo una estética hipnotizante.
Mecanismos de relojería, robots a vapor -¡como el Neuman, de Tom Strong!-, dirigibles, las brumosas calles de Londres o los cielos de Paris son sus escenarios favoritos.
Toda la mayor Literatura -que lo vio nacer, de la mano de Verne y Wells-, pero también cine, animación, cómics y juegos de ordenador -a pedales, el ordenador-.
Comenta el autor su fascinación, que compartimos por El Secreto de la Pirámide (Young Sherlock Holmes), donde descubrió este tipo de aventuras.
Más allá de la discusión de si tal o cual obra entra en esta clasificación, no hemos podido más que disfrutar cada página, cada portada y cada fotograma.
Por que si el vapor trajo la Revolución Industrial, los autores Victorianos trajeron una Revolución Espiritual montados a bordo de sus globos, navíos o máquinas temprales.
Una consolidación definitiva de la AVENTURA que cautiva a quienes la prueban dejándose guiar, gozosos, por las manos de ese Destino que nos conduce inexorable a "lo que ha de venir".
Así que, mirando inflexibles nuestro puntual reloj, y con el sonido de fondo de las campanadas del Big Ben, les exhortamos a subir a bordo con aquella letra de La Orquesta Mondragón que escribiese nuestro admirado Luis Alberto de Cuenca.
¡Viaje con nosotros!
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