Tras comprobar que la vida en una residencia no es para ella, la osada protagonista decide mudarse a un piso propio sin decírselo ni a su hija, que lógicamente, acaba desquiciada de preocupación, sobre todo cuando los vídeos de las andanzas de su mami se hacen virales en la red.
Pero ese no es, ni mucho menos, su mayor problema: Desde la Residencia la persigue el Fantasma de la Muerte, decidido a llevársela.
Sin embargo, ella aún disfruta de los pequeños placeres de la vida, sus nuevos vecinos, la decoración de su casa y no está nada convencida de partir.
Así que, con más tino que el Roderick Burguess de Sandman, una aspiradora y un poco de sal, atrapa al heraldo de la Parca y se dedica a vivir lo que le queda de vida tal y como ha elegido.
Una reflexión sobre la vida de la Tercera Edad y sus handicaps que con esa pizca de realismo mágico y mucho talento hemos devorado.
Una reflexión sobre la vida de la Tercera Edad y sus handicaps que con esa pizca de realismo mágico y mucho talento hemos devorado.
¡Quien nos iba a decir que las pérdidas de orina se podían contar con más gracia que el anuncio de la Velasco!
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