Escuchándolos en bucle, me aprendí media docena de zarzuelas de pé a pá, letra y música (el argumento de algunas lo descubriría al verlas representadas años despues): La Verbena de la Paloma, La del Manojo de Rosas, La del Soto del Parral, La Rosa del Azafrán...
Nos aclaran los autores, que repasan este género, todo un boom teatral desde mediados del XIX a comienzos del XX, que el nombre "Género Chico" no proviene, como se suele creer de que se trate de versiones menores de la Ópera europea, sino de la duración que tenían los diferentes espectáculos -no solo zarzuela- que se ofrecián en los numerosos teatros de la capital -y provincias-, en sesión contínua y que se podían disfrutar con entradas baratas y por separado, siendo un espectáculo de masas -de las masas de entonces.
Pero con aquellas romanzas y interludios cómicos comenzó sin duda mi amor por la música, uno que cultivaría años después y que ahora, por desgracia he abandonado.
Carentes en su mayoría de la gradiosidad y temas mitológicos/literarios de la ópera, nuestras zarzuelas sin embargo, como he descubierto recientemente, aún sucediendo en las humildes corralas madrileñas, tienen como sustento los mismos antiguos mitos, aunque los dioses aparezcan "disfrazados" de meros chulapos y farmaceúticos rijosos.
Así, la misión de Julián de "rescatar" a Susana de las garras de Don Hilarion, no es más que una versión castiza del Sigfrido y la Brunhilda wagnerianos, con el "sujeto que tiene vergüenza", pundonor y lo que hay que tener (dinero)" en el papel de Wotan. Consciente de lo que hacía, el libretista incluye varios guiños a la ópera como el de "están las paredes que echan FUEGO".
Volviendo al libro, de una manera tan docta como amena podrán los lectores descubrir todos los modos de este género -sainetes, revistas, operetas, juguetes, etc...- del cual por desgracia conservamos una mínima parte.
Los conservamos, custodiadas las copias en los archivos de la S.G.A.E., han sido consultadas y escudriñadas para ofrecernos en las 380 páginas del libro un testimonio invaluable de una parte fundamental de nuestra cultura, no solo madrileña, como insisten los autores.
Aún las verbenas veraniegas reaparecen cual Violetera chulapos y chulapas bailando chotis. Pero el más joven tiene 75 años...
Con Rosalía y Melendi como ídolos, no se yo cuanto le pueda quedar a este género de vida, pero creo que hemos dado suficientes razones como para disfrutar, celebrar y conservar esta parte de la historia de España, de cuando la Gran Vía era una novedad, una revista y aún transitable por navidad (y no había McDonalds ni demás franquicias...)
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