Y las Navidades, cuya cena ya se aproxima y es contemplada con horror por cuanto adulto se precie de serlo son unas fechas que se disfrutan quizás únicamente hasta dicha edad, cuando el desengaño de Santa Claus es el menor de los que la vida te ha hecho llevarte.
Aún asi, aunque la cena será de estomagante a indigesta con toda probabilidad, algo que si es disfrutable son los relatos de Navidad, como el que nos ocupa.
La historia de Guiseppe Manunta se adapta hasta tales niveles al clásico anuncio de El Almendro que hasta su clímax transcurre en una estación de tren, la de Estrasburgo, ciudad que imaginamos especialmente ideal para celebrar unas igualmente ideales navidades.
La historia...pues eso, también es ideal y se centra en una anciana mamá que busca reunir de nuevo a todos sus muy variopintos hijos: el escritor de éxito desengañado del amor, el homosexual también desengañado por otras razones, la cornuda con la parejita de hijos impertinentes y otro más que parece que no va a poder acudir a tan emblemática cita.
¿Podrá el autor mostrar al Espíritu de la Navidad en acción con tan particulares mimbres o acaban todos en comisaría como "La Corte de Faraón"...?
No les vamos a spoilear el final, pero es suficientemente "navideño". Y a pesar de que en la realidad,en dicha fecha o cualesquiera otra, no hallemos ya rastro alguno de su espíritu desvanecido cual Calvo de la Lotería, siempre hemos de celebrar que su idea sobreviva en la ficción.
Igual algún día la acabamos encarnando, y sucede de verdad ese milagro del final feliz en contra de toda probabilidad.
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