Brugeas y Toulhoat logran un Conan más cercano al de Dark Horse, para aquellos que habían encontrado al del primer tomo demasiado "moderno" en el estilo de dibujo.
Me han impresionado agradablemente los personajes fantasmales con que se representa el glorioso pasado, ya perdido de la ciclópea ciudad maldita que abre el relato.
El codicioso ladrón -una profesión hermética, esto es, cuyo patrón es Hermes- penetra en las ruinas en uno de esos comienzos que luego heredará INDIANA JONES, y cometiendo el mismo error que reflejarán luego tantas películas de Terror, retira la estaca del corazón de Drácula o rompe inadvertidamente los hechizos que mantenían a raya a la sobrenatural amenaza.
La serpiente gigante también representa la arcana sabiduría allí sepultada.
El hechicero de esta aventura tiene aún más puntos en común con el Conde Transilvano, como las lúbricas visitas nocturnas a la Reina, modo Íncubo, que además de revolver las hormonas de los lectores de Pulp de aquellos años contienen también el mismo simbolismo espiritual de mácula que las de la novela original de Stoker.
Conan por su parte, abandonando su particular Venusberg -la taberna-, deambula embozado por las calles y en su destino se cruza la ocasión de pasar de mercenario a comandante de todo un ejército.
Es un paso más en la escala iniciática que culminará con el como Rey.
¡Aún un descreído de todos los dioses menos Crom como Conan, acabará descubriendo que no es más que su peón, en este caso del descuidado culto a Mitra, cuyo abandono a desatado esta amenaza!
Como los héroes de la Mitología, recibe nuevas armas y armadura, y como el también embozado Trancos de Tolkien -o el propio Ulises retornado a Ítaca- acaba revelándose como el Rey que Retornará.
No olvidemos que Sauron, antes de ser Nigromante, comenzó en el imaginario original como un Vampiro.
Una tradición de fuentes comunes y muy similares expresiones, siempre unidas por un idéntico simbolismo.
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