Película dura, durilla, que resume en dos o tres magistrales escenas lo que supuso para muchos británicos de clase baja el periodo de recortes durante el mandato de Tatcher.
Ahora, la localización cronológica y geográfica es anecdótica: la historia de los protagonistas -marginales, pobres, incultos, desempleados, alcohólicos, dependientes, etc, etc, etc...- es por desgracia UNIVERSAL, y tristemente ACTUAL.
El director se recrea mostrándonos con exasperante y esclarecedor detalle como llenan y beben en un segundo un vaso tras otro de vino barato, el único que pueden consumir, para volver a dormir en la triste habitación que aún se pueden permitir y eludir la mortal existencia a la que se han vistos conducidos.
Adultos que acaban presos de sus carencias y vicios, y reducidos a un estado infantil, incapaces de cuidar de una prole que a su vez acaban convertidos en los adultos forzosos de la casa.
Un campanazo a las conciencias de quienes tengan sus vidas solucionadas y puedan hacer algo por quienes no la tienen.
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