Tenemos tal cantidad de lectura pendiente, también, por desgracia, de nuestro querido Pérez-Reverte, que desconocíamos la existencia de este personaje, Max Costa, introducido en la novela El Tango de la Guardia Vieja.
"No hay mal que por bien no venga...", la sorpresa y el placer de descubrirlo en estas nuevas aventuras en cómic ha sido por lo tanto doble. O triple.
Joven bailarín y botones del Ritz, la vida de Max va a cambiar para siempre cuando caiga en la tentación de perpetrar un robo ayudado por sus preternaturales condiciones atléticas.
Como en todos los personajes de Reverte, abundan las referencias históricas a los bajos fondos de la Barcelona de los años 20, una que se nos muestra no tan diferente de la que escuchamos ahora por las noticias, y ni un punto menos conflictiva en cuanto a oscuras tramas políticas y movimientos sociales.
Max acabará teniendo que huir de la ciudad y refugiarse fichando por la recién formada Legión.
De nuevo la pasión de su creador por los hechos de armas españoles se refleja en la narrativa, un entrenamiento para el bailarín que va mucho más allá de lo coreográfico, un despertar a la dura vida y una mano del destino que lo salvará de perecer en el desastre de Annual.
A partir de ahí continúan las aventuras de Max, que tiene una habilidad para cruzarse con mujeres más o menos "fatales", y que conseguirá con su buena planta y las maneras aprendidas de su maestro Boris infiltrarse entre la Alta Sociedad y seguir perpetrando sus espectaculares robos, ya convertido en ladrón de guante blanco.
Aún desconociendo la versión original, no nos cabe duda de que el guionista Salva Rubio ha hecho un magnífico trabajo al adaptar al personaje y continuar sus aventuras, convertido en una especie de "joven Indiana Jones" que acaba cruzándose con las más variadas figuras de su tiempo, también a la manera en que lo hizo Alatriste en su siglo de Oro.
El tomo recopilatorio incluye numeroso y jugoso material sobre todo el proceso de creación.
El dibujo de Rubén del Rincón es impecable y acertado, sabiendo reflejar tanto los periodos históricos y exóticas localizaciones como la elegancia y la apariencia del protagonista, en sus movimientos y en su vida.
Tiene ese Max trepando azoteas por Barcelona algo de un Batman español, uno que se hubiese convertido en compañero de robos de Catwoman.
Una insuperable muestra de lo que los creadores españoles pueden hacer en los cómics, con personajes también nuestros.
Aunque, volviendo a la realidad, estos álbumes han sido producidos y editados primeros en Francia.
Pero sin duda muchos fans de Don Arturo lo serán ahora del cómic ansiosos por leer las nuevas aventuras de Max.
PD: El cross-over con Falcó me pido guionizarlo yo. ;-P
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