viernes, 14 de junio de 2019

TOLKIEN: CUANDO EL ANILLO ES SOLO PARA LA BODA

Habiendo estado FASCINADO por la obra de Tolkien durante 30 años, también por su vida, es obligado recomendar esta película a cuantos lectores o espectadores hayan disfrutado de las mismas.

Conocer las circunstancias en las que se gestaron, como con cualesquiera otro autor, es un factor fundamental para su comprensión. Y sin embargo, eso nunca es ni definitivo ni mucho menos suficiente.

Lo mismo puede decirse, me temo de la presente cinta.


Biográficamente, el biopic es totalmente fiel y acertado y hace un digno trabajo a la hora de dramatizar una vida en la que, con la salvedad de la terrible participación de Tolkien en la Primera Guerra Mundial, estuvo afortunadamente ausente de eso, de dramas.

El gran acierto es centrar la atención en la definitoria amistad de Tolkien con sus compañeros de colegio, la primera agrupación literaria de las muchas que fundó y en las que participó, EL CLUB DE TÉ DE LA TIENDA DE BARROWS, convertidos aquí en unos idealistas CLUB DE LOS POETAS MUERTOS, que por desgracia la historia acabó convirtiendo precisamente en eso.


El subargumento de su relación con Edith, entorpecida por su tutor, el sacerdote católico Padre Francis Morgan -a la sazón, familia de los antepasados jerezanos de Bertín Osborne- completa la película aunque, fiel o no a los detalles de este más o menos inocente amor adolescente, falla en su ejecución a la hora de transmitir cómo este mismo sirvió de inspiración una de las primeras grandes historias de Tolkien: El Lay de Beren y Luthien, trasuntos en la ficción de los clandestinos amantes.


No podemos decir que hubiésemos quitado nada de esta película, más bien al contrario, pero la principal crítica es que solo abarca los primeros 25 años de la vida del autor, hasta el final de la Guerra, ignorando todo lo posterior, que sin duda no es menos importante ni maravilloso.

Echamos de menos sobre todo que no se de más relevancia al origen de esos primeros relatos, los de la Primera Edad de la Tierra Media que, inconclusos hasta su fallecimiento, aparecerían luego primero en la versión de El Silmarillion y segundo como los mucho más originales y adecuados EL LIBRO DE LOS CUENTOS PERDIDOS.


De bellísima fotografía, la película retrata los rincones donde se desarrolló la vida del autor, de Sharehole a Birmirgham, concluyendo en el Oxford de sus estudios, un escenario que muchos hemos idealizado y que merece el precio de admisión solo por ver a Tolkien y su cuadrilla pasearse por el.


Derek Jacobi hace quizás el papel del personaje más carismático de la cinta, en una película que por desgracia carece de ellos, como el mentor en los estudios filológicos de Tolkien, el Prof. Wright, especialista en la lengua de los Godos.

Curioso que Tolkien tropezase con las lenguas clásicas solo para consagrarse con las Anglosajonas.


Quizás con buen criterio artístico, los elementos fantásticos se restringen a la febril secuencia de la horrible Batalla del Somme, inspirando como en realidad ocurrió los momentos más oscuros de las aventuras de los personajes del Profesor.


Pero para quienes la obra de Tolkien ha supuesto nada más y nada menos que una REVELACIÓN, se echa de menos en la película que esa VISIÓN DE OTRO MUNDO que el autor reflejó en sus poemas y obras más íntimas se manifieste dentro de esta historia.

No una de pesadilla sino una de ESPERANZA MÁS ALLÁ DE LA RUINA, de Eucatástrofe.

Hubiese hecho falta un guionista más inspirado que forjase oro del por otra parte más que correcto argumento.


Aún a riesgo de ficcionar más y alejarse de la letra muerta de la biografía oficial, echamos de menos al Herrero de Wooton Mayor paseando por las Costas de Faërie guiado por su estrella mágica, o a Niggle avistando las Montañas espirituales al fondo de su gran cuadro una vez este ha tomado realidad.

No esta mal, por tanto, la película, pero se debiera haber titulado: TOLKIEN YEAR ONE.

¡Y nos faltan dos entregas más de la TRILOGÍA!

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