Se trata de un documental sobre la vida de ocho mujeres ya ancianas en la apacible ciudad colombiana de Jericó.
Ocho vidas vistas por el retrovisor que dan los años y contadas con anécdotas y chascarillos, un documento etnológico absolutamente delicioso y necesario.
El escenario en sí, con sus callejas y casitas pintadas de colores, ya resulta más fantástico que el Macondo de García-Marquez.
Sus habitantes sin embargo están ancladas en la realidad cotidiana, y hacen incapié con sus recuerdos en las muy diferentes maneras de vivir su vida, que ahora desembocan casi en el mismo final.
Señoras que hablan con un léxico castellano mil veces más rico que el de cualquier adolescente actual, con sus graciosos dichos y dejes colombianos -traducidos en subtítulos- que sin duda harán las delicias de todos los espectadores, los conozcan o no con antelación.
Unas reflexiones vitales que invitan a reevaluar nuestras prioridades, que ofrecen una mirada al mundo absolutamente diferente de nuestro día a día y que nos hacen desear hacer la maleta e irnos a vivir allí.
Una película que enseña, entretiene y divierte, felicidades a la directora.
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