jueves, 25 de mayo de 2017

ME CASÉ CON UN BOLUDO

Uno nunca sabe donde le van a dar las mayores lecciones sobre la vida, sobre el mundo, sobre los seres humanos.

Sorpresivamente, es en esta comedia romántica argentina donde a través de las peripecias y caricaturas -o no tanto- de las personas acabamos comprendiéndolas mucho mejor que antes de entrar en la sala.


Una actriz de esas que solo están en la producción por que se las esta beneficiando el director coincide en una película con un exitoso actor que, como tantos y tantos, es un ególatra insoportable que solo vive para el qué dirán. ¡Que nadie se ofenda, ególatras hay en todas las profesiones!


Acostumbrado a fingir y a hacerse el interesante, el actor la apoya en sus peores momentos lo que rápidamente causa que ella se enamore.

Pero inmediatamente ella descubre que el hombre del que se ha enamorado era más bien el personaje de la película, o el que crea el actor para relacionarse con el mundo, y que lo que hay debajo es... un boludo insoportable que no sabe ver más allá de su ombligo.


Esto lo acaba oyendo el aludido quien, verdaderamente enamorado, ideará un casi psicopático plan para seguir fingiendo, para remedar ese "personaje" adorable del que ella se enamoró en primer lugar.


A partir de ahí, claro, se generan mil y un enredos y situaciones graciosas, sobre todo cuando ella descubra la razón del extraño cambio de actitud.


Una preclara reflexión sobre cómo construimos y cambiamos nuestra personalidad para relacionarnos con el mundo, qué somos en realidad bajo todos esos momentos impostados, sobre la hipocresía y el fingimiento, y sus límites y consecuencias.


Pero quizás las más hilarantes escenas son las que parodian y critican la vacuidad y el falso glamour de la vida de quienes se dedican a hacer películas como esta.

¡Hay que ser muy brillante y nada egocéntrico para saber ponerse a uno y a sus compañeros tan expuestos en el punto de mira!

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