Confieso que, espoleado por Pérez-Reverte y su nueva Web literaria he "colado" este título en la inacabable lista de mis lecturas pendientes.
Extrañamente, Ruritania se ha convertido en un "destino turístico de moda", encabezando los lugares de ficción más entrañables entre los aficionados a este tipo de literatura.
Tenía remotos recuerdos de haber visto la película clásica en aquella maravillosa "Sesión de Tarde" de los sábados en RTVE, que tantos y tantos clásicos del cine nos hizo asimilar de pequeños y que sin duda componen ahora el humus de nuestra mismísima personalidad aún cuando no las recordemos.
Los recuerdos eran de una película divertida, y la experiencia de leer el libro original de Anthony Hope no lo han sido menos.
Hay que destacar que el libro se lee, o se devora, con una tremenda facilidad, según el protagonista, Rudolf Rassendyll, narra sus aventuras y desventuras suplantando a su "primo lejano" el -futuro- Rey Rudolf de Ruritania, con quien guarda un increíble parecido.
Hope no pierde tiempo en descripciones farragosas ni diálogos de relleno: Todo lo que sucede o se pronuncia hace avanzar el argumento hasta el previsible, aunque endiablado final.
Antes de que los CLONES se hiciesen amos de parte de la Ciencia-Ficción, el caso de los gemelos idénticos daba para muchas situaciones de enredo.
Y en el caso particular de Zenda, esos decorados de país centro europeo fantástico "de opereta", de los que ha acabado derivando en arquetipo, lo sitúan a medio camino entre el Cuento de Hadas, la propia -y profundamente simbólica- Opera y la más arrebatadora novela histórica, aunque de Historia Ruritania tenga bien poco.
La influencia de este país, sus costumbres y sus gentes se deja sentir en la ficción actual superheróica, bien sea en la Latveria del Doctor Doom -¿recordáis cuando le quitó el trono al legítimo heredero, luego tirano, Zorba...?-, en la Markovia de Geo-Force -el Baron Bedlam no es más que el homenaje de Mike W. Barr a Michael el Negro- o en la Symkaria de Silver Sable, quien hereda en su carácter no poco de la irreductible princesa Flavia.
Lo gracioso es que el héroe - el falso Rey- tiene que derrotar al villano usurpador que mantiene al verdadero Rey preso "con indirectas", como decía Gila, ya que el protocolo y la situación política del país no da hasta el final para una acción directa.
Es por esto que es una delicia leer los sutiles diálogos con doble sentido que los personajes intercambian, y la manera en la que Rassendyll, paradójicamente, acaba siendo mejor heredero de la Corona que el legítimo.
La historia también es famosa por incluir "escenas de espadachines", y es que Anthony Hope crea en Rupert de Hentzau a un villano tan luciférico, amoral, elegante y atractivo que prefiere salvarlo de la muerte final para que protagonice una de las varias secuelas de la novela.
Si todas las niñas sueñan con ser Sissi Emperatriz, no cabe duda de que todos los niños hemos soñado alguna vez con ser los herederos al trono de algún lejano e idílico país como Ruritania.
¡No dejen de reclamar sus derechos dinásticos si aún no lo han hecho!
Y como parodia, por ahí anda "Royal Flash", de la serie "Flashman" de Geroge MacDonald Fraser (por otro lado, guionista favorito de Richard Lester: "Los tres mosqueteros", "Robin y Marian"...).
ResponderEliminarSaludos:
ResponderEliminarTambién hay un homenaje/parodia en La carrera del siglo, agradable comedia de Blake Edwards con Tony Curtis y Jack Lemmon, desternillante.
Juan Constantin