Junto a los trazos del lápiz de John Buscema se van desdibujando también estos guiones de James Owsley, en lo que corresponde al Canon del personaje.
Supongo que para los lectores de los años 80/90 tener a un Buscema, aunque fuese "finalizado" por Ernie Chan ya convertían a estos relatos en lo más canónico del mundo.
Pero lo cierto es que, a poco que sepas del personaje, cuesta reconocer a Conan en estas aventuras, en las que no faltan brujos y tramas palaciegas, pero en donde el personaje no acaba de comportarse como se le supone.
No obstante el tomo conlleva una necesaria lección de historia: Hoy en día pensaríamos que mucho mejor hubiese sido que Buscema realizase un trabajo más completo, aunque solo produjese la mitad de los números. O menos.
De igual manera pasa hoy: ¡Cuantos artistas son conducidos a hacer un trabajo apresurado y rudo por razones comerciales o de producción!
Muy poco han cambiado las cosas.
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