La verdad que cuando compré este tomo no conocía muy bien el contenido. Se trata de historias cortísimas, de seis páginas o menos, con temas sobrenaturales, de misterio o de CF, en lo que parece una adaptación de shows de TV como "Twilight Zone".
Los guionistas son desconocidos y los dibujantes son de los "del montón". Claro, que ser del montón en los años '50 quiere decir que le pueden dar sopas con honda al 90% de los actuales.
Narradores de historias que no hacen fuerza por destacar más allá de cumpliendo a la perfección lo que la historia demanda. Ahí es nada.
Pero la sorpresa ha venido al encontrarme entre las historias un puñado dibujadas ni más ni menos que por Jack Kirby, antes de que pasase a Marvel a hacer lo propio. Antes de sus Challengers y sus desaveniencias con DC.
Como siempre, aún con su trazo eficaz y apresurado, Kirby es capaz de crear mundos y atmósferas en solo seis páginas, hacernos soñar y llevarnos a los rincones más insospechados.
Esta habilidad para desarrollar personajes y situaciones, para no solo cumplir con la historia sino recrearse en los detalles por mero gusto artístico, es algo que se echa hoy terriblemente de menos, con unos dibujantes obsesionados por cumplir las fechas y llegar por el camino más corto de un extremo de la página al siguiente. Hay más ideas en una página de Kirby que en un tomo recopilatorio actual.
Frente a ellos, Kirby arrolla con su generosidad y fascina con sus mágicos mundos llenos de aliens, antiguos hechiceros, gangsters o lo que tocase esa semana. Ese día, pues seguro que el Rey se cepillaba una historia de estas en una sola jornada.
Y como guinda, una de las historias se centra en un vaquero que encuentra el perdido martillo de THOR, extraviado hace siglos por Loki en Midgard y que el Dios del Trueno consigue al fin recuperar.
Una de las muchas historias que Kirby dedicó a este personaje aún en su etapa pre-Marvel y que prefigura ya totalmente el personaje posterior y hasta a sus secundarios. Cambie usted al vaquero en cuestión por el médico cojo Donald Blake.
Unexpected pleasures, certeanly...
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