Los americanos, un pueblo sin historia antigua, sin mitos propios y sin realeza, han convertido a los Presidentes del país -celebrados en su propio día de fiesta- en los "monarcas" de ese imperfecto Camelot.
Han idealizado las figuras de los "Founding Fathers" hasta que esos pro-hombres han alcanzado estatura mítica, o de superhéroe.
Si a eso sumamos la mezcla de géneros imperante en la ficción actual, pues esta película, por improbable que parezca su título, era absolutamente inevitable.
Así, la cinta repasa la biografía de Lincoln, abogado, orador, político, presidente del país y liberador de esclavos, añadiéndole un trabajo "part-time" como cazador nocturno de vampiros, entrenado por el oportuno mentor que, como todos, guarda un secreto propio.
Con un montón de esas escenas de acción "ralentizada" a lo Ritchie, Lincoln, hacha en mano, se va a cargando a vampiros por doquier, descubiertos como culpables de buena parte de las desgracias de su biografía real.
La cinta, en fin, se toma a si misma demasiado en serio, y no acaba de dar miedo, aunque seguramente merece el visionado por lo provocador de la idea misma.
Para reforzar el discurso, los vampiros jefe son, como no, propietarios de una plantación del sur, y por lo tanto la Guerra Civil acaba siendo una lucha entre hombres y no-muertos.
¡Como si abolir la esclavitud no fuese ya suficiente proeza!
Mención especial la previsible vuelta de tuerca al conocido final de Lincoln a manos de Booth: SIC SEMPER TYRANNIS.
Las ventajas es que algún joven de la "Generación Nini" irá al cine a ver una de miedo y se tragará sin saberlo buena parte de la historia de los E.E.U.U. La película informa, enseña y entretiene.
A ver cuando se animan los productores españoles a darnos una versión de Don Pelayo contra árabes zombies...
Pus anda que no molaría!!!
ResponderEliminarO una nueva del Cid, pero a lo bestia en plan batalla del abismo de Helm